Definición:

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El cuento fantástico es aquel que,
por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables,
hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural

y deja al lector sumido en la incertidumbre.

19 de mayo de 2012

Listo el pollo

Se terminó el pollo. Ufa.


¡Pero hay huevos!

A ver, pruebo con dos, total si salen los dos, guardo uno en el freezer y listo.

Aca van a estar bien.

Tengo que sentarme suave para que no se rompan. Así.

Bueno ahora a esperar.

¿Cuánto será que tardan?

Ademas después tienen que crecer...

Era una buena idea, pero ahora me parece que me lleva mucho tiempo.

Bueno, mientras espero acá puedo escribir, por ejemplo.

¿Qué puedo escribir?

Ya sé, un diario de todo lo que me pasa como mama gallina. Listo, hago eso, por ahí, me hago una escritora famosa, y después puedo ir y comprar pollo sin tener que hacer todo este kilombo.

Bueno, empezamos.

Se terminó el pollo. Ufa.

Hambre

Uno se acostumbra a estar con hambre como se acostumbra a tantas cosas. Caminas, sin sentir que el peso de tu cuerpo, te hunde a cada paso y la energía que necesitas para dar el proximo paso, esta ausente.


De la cabeza te queda una tira de imagenes que no tienen ningun sentido, pero vos seguis, seguís porque no podes hacer otra cosa. Pasa a ser también una costumbre resistir. Porque no queda otra, o vos no encontras otra.

Ya ni siquiera es sentir que queres resistir, porque llegaste al punto que no sentis nada, solo hambre, que no podes saciar.

Es un acto de cobardía porque esa resistencia es inconciente; es lo mismo que durar, es lo mismo que resignarse, es estar atado ahí sin cambiar nada y bancándosela. Tu humanidad fue desterrada a inhospitos lugares donde no puede existir, pero vos seguis, resistis, en un acto de absoluta inmoralidad resitis y te crees muy valiente.

Despues, cuando todo pase, van a decir qué bien, cómo se la bancó, sin darse cuenta de que no te tendrías que haber bancado nada y tendrías que haber gritado y exigido para que eso cambie.

Pero vos no tenes el espiritu para eso.

Y los que están a tu alrededor, peor todavía, porque ni siquiera se dan cuenta de que tienen hambre, se creen que están a dieta.

La ilusión de una semilla

Tengo alrededor de trescientas semillas de ceibo. Todas juntas, adentro de una caja de madera, del mismo color marrón oscuro, que las semillas.


A la noche las escucho hablar del futuro. Tienen una voz que las hace simpáticas, porque es un poco ronca, aunque su tono es bastante agudo.

Parecen gorjeos, será porque las visitaban mucho los pájaros, además de las personas que pasaban, entonces aprendieron a hablar escuchando ambas voces.

Hay una en particular que quiere ser, cuando brote, una planta de trigo.

No sé de dónde sacó la idea, porque acá no hay ninguna planta de trigo, pero ella siempre está diciéndole a las otras que las plantas de trigo son las mejores, que el ceibo solamente adorna pero el trigo alimenta.

Las demás se ríen, tienen una risa tan particular que hasta me hacen reír a mí, de solo escucharlas. No me río de la esperanza de la semilla, sino de la risa de las otras.

Porque los pensamientos de esa semilla no me causan gracias, sino admiración.

¿Cómo puede ser que una semilla de ceibo quiera ser trigo? Y lo más importante ¿es posible que se convierta en trigo?

Ella dice que todo es posible, que al ser semilla es solamente una idea de futuro y que puede ser lo que quiera.

Yo no sé si las semillas pueden entender lo que yo digo, pero aunque puedan, no tendría el corazón para decirle a esta semilla, que toda la ciencia tiene sobradas razones para negarle la posibilidad de ser trigo, siendo que salió de una vaina de ceibo.

Mientras sea una semilla, puede soñar con lo que quiera. Será por eso que no las planto, porque no quiero romperle la ilusión.

Vivir

Corría entre pasillos de estanterías llenas de cajas, buscando su vida, y no la encontraba.


Tenía la imagen de la caja que quería en la mente, pero no podía determinar su ubicación.

¿Cómo podía ser si hace solo unos instantes, la vió? Pero no era... no sabía cuándo fue que se le grabó la imagen, y ahora no podía encontrarla.

Y el tiempo se le terminaba, tenía que encontrarla para poder ser.

Tenía que ejercer su vida, pero si no encontraba la caja, no podría.

Se empezaba a desesperar.

Iba de un pasillo a otro, lo recorría, se fijaba en este lugar, y después en el otro, pero no aparecía. Tenía la ubicación en su mente, pero cada vez que miraba, no estaba allí.

Alguien la cambió. Pero nadie debía tocar su caja.

Manos anónimas agarraron la caja con su vida, y sin importarles lo que generaban la llevaron a otro lado.

Seguía corriendo cada vez más desesperada. Tenía que encontrarla y mirar adentro para poder reconectarse con ella misma y su ser, para no perderse en el tiempo y desintegrarse en el aire.

Corría y sentía como de a poco sus pies empezaban a desaparecer.

No había forma. No sabía dónde estaba. Se perdió en el laberinto de pasillos, la caja con su vida no aparecía por ningún lado, y empezó a llorar.

Lloraba de angustia, de tristeza, de rabia por haber perdido su vida en ese lugar. Lloraba porque no quería estar allí pero el destino o su propia estupidez, o quién sabe qué o quién la había arrojado a ese lugar. Lloraba sin poder contenerse más.

Tanto tiempo se pasó cuidando su caja, y ahora la había perdido.

El llanto le impidió seguir caminando, todo su cuerpo se desplomó, cayó de rodillas y se sentó en el suelo a llorar, con ese llanto desconsolado y profundo que derrama el alma.

Lloró a lagrima viva, por un rato, hasta que logró calmarse.

Se secó la cara. Respiró hondo. Y buscó la salida.



Su vida, la que estaba en esa caja, no existía más, y lo único que le quedaba era construirse una nueva.

No sabía cómo, porque ni siquiera tenía una caja dónde acomodarla.

Al abrir la puerta de salida, vio la luz de la luna que plateaba todo lo que tocaba. Una luna llena redonda y blanca. El cielo estrellado como nunca.

Agarró un pedazo del cielo negro como la inmensidad, y agarró la luna, una a una se guardó mil estrellas, y las pegó en el pedazo de cielo como si fuera una cartulina, lo dobló, y lo plegó y se armó una hermosa caja, con una luna llena y estrellas como decoración,  esa caja la iba a utilizar para ir acomodando de a poco su nueva vida.

Se quedó un rato parada. Pensando. La caja nueva era liviana y fácil de llevar, claro, estaba vacía.