Gochilla es un gato viajero. Desde muy
chico que adquirió el gusto por viajar. Él y sus hermanitos
nacieron en Lanús, y cuando Gochilla tenía dos meses hizo su primer
viaje.
Gochilla, dejó a su mamá y a sus
hermanitos y se fue a vivir a Caballito, con una señora muy buena, a
quién le gustaban mucho los gatos. Y esta señora tenía por
costumbre viajar todos los años. Siempre elegía un lugar distinto,
que aún no conociera, porque le encantaba conocer lugares nuevos, y
descubrir las maravillas que existían.
El primer viaje de Gochilla, que fue de
Lanús a Caballito, fue una experiencia muy emocionante para él. Al
principio tenía mucho miedo porque no sabía qué pasaba, además
nunca antes se había alejado de su mamá y sus hermanitos.
Cuando llegaron al departamento de la
nueva dueña de Gochilla, él pudo salir de la caja e inspeccionar el
lugar. En ese momento sentía muchísimo miedo, pero la curiosidad
típica de los Gochillas pudo más que el miedo, y se puso a
investigar cada rincón, como le enseñó su mamá.
-Cuando un Gochilla llega a un lugar
nuevo, lo primero que tiene que hacer es investigar hasta el último
pedacito de espacio, para saber dónde puede haber algún peligro,
por dónde esconderse, dónde está la comida, y dónde está el
baño. Recién después de tener todo inspeccionado, uno se puede
dedicara limpiarse las orejas, para así conocer todos los ruidos de
lugar. Un Gochilla -dijo la mamá finalmente -debe estar atento en
cada lugar nuevo que pise.
Cuando su madre le habló así, generó
una curiosidad tan fuerte en Gochilla, que no podía esperar a hacer
su primer viaje. De ahí que, al tener por fin la oportunidad de
inspeccionar un lugar nuevo, estuviera tan emocionado.
Asustado como estaba, poco a poco fue
olfateando todo lo que había a su alcance.
Cuando finalmente sus viejos dueños los
dejaron solos en su nueva casa, Gochilla vio que su nueva dueña le
hablaba, como si ella supiera que él la entendía. Así ella le fue
explicando todas las características de su nueva casa. Pero por
supuesto, un Gochilla investiga igual, así que se pasó toda esa
tarde olfateando por todos los rincones.
Su nueva vida resultó ser de lo más
interesante. A los pocos meses de llegar a la casa, y cuando ya tenía
toda la confianza con su nueva mamá, hicieron el primer viaje.
A Gochilla le tocó entrar en su bolso.
Durante las semanas anteriores se fue habituando a dormir en el, que
por cierto era muy cómodo.
La primera salida a la calle lo llenó de
excitación, porque de una oleada, millones de olores nuevos
atravesaron la abertura del bolso y chocaron contra su nariz. No le
daba el tiempo para identificar cada uno. Y el ruido, sabía que era
el tráfico, muchas voces de personas, y motores, y muchos ruidos que
él no podía identificar, aún.
Tantas cosas nuevas para conocer, lo
mantenían constantemente despierto y alerta.
Llegaron hasta el auto de su mamá, y ella
lo acomodó en el asiento del pasajero, le puso el cinturón de
seguridad y lo dejó bien acomodado para empezar el viaje.
Cada cosa nueva que hacía, su mamá le
explicaba qué era, y así él no se asustaba y podía aprender de
todo, por eso le gustaba tanto su nueva mamá, porque podría
aprender muchas cosas con ella.
Durante el trayecto en auto, Gochilla
podía oler los distintos aires que entraban por la ventanilla.
Después de un rato, se durmió. Estaba muy cansado por las emociones
del inicio del viaje, y ahora no pasaba gran cosa.
Mientras dormía, Gochilla soñaba que
viajaba, pero solo en su bolsito volando por el cielo.
Un ruido extraño lo despertó, y la voz
de su mamá le anunció que llegaron a destino.
Cuando abrió la puerta del auto, le llegó
a Gochilla un olor nuevo, hermoso, que le hacía pensar en su plato
favorito, el salmón blanco, con algo que él no podía reconocer, y
humedad, y cosas inmensas, y ese sonido que lo arrullaba. Parecía un
motor, pero no existía un motor de ese poder.
La mamá lo sacó del bolso, y lo llevó
en brazos hacia la playa. Gochilla estaba maravillado por lo que
olía, veía y escuchaba, era lo más maravilloso que sintió en su
vida.
Su mamá le explico que eso era el mar,
que estaban en una playa, cuando lo vio tranquilo lo apoyó en el
piso, y Gochilla sintió como cosquillas en sus patas, y que el piso
se desgranaba entre sus dedos. Eso era la arena, le contó su mamá.
Caminó y vio como algo se movía, llegaba
hasta cerca de sus pies se diluía y se iba, y después de nuevo, y
quiso tocarlo, pero su pata se hundió, era agua, y la siguió por un
instante, pero tuvo que retroceder, porque la ola lo perseguía. Un
pedacito de espuma salió volando por el viento y Gochilla corrió
para atraparlo, pero cuando lo tocó se deshizo en su pata.
Todo olía de forma maravillosa, y ese
sonido arrullante del mar hacía que se sintiera feliz.
Mientras él jugaba en la playa, su mamá
fue acomodando, en la casa, todas las cosas que llevaron.
Gochilla fue hacia allá también, porque
tenía que investigar todo, era un lugar nuevo.
Mientras él investigaba, su mamá le
contó que se quedarían allí por dos semanas, que eran las
vacaciones, que era un lugar muy tranquilo para descansar de todo el
trabajo del año, que podía andar por la playa y por la casa a su
gusto, pero que cuando estuviera afuera, tenga las orejas atentas,
por si llegaba algún perro extraño.
Le dijo también que iban a pescar así
probaría el pescado recién salido del agua. Y tantas cosas le fue
contando que, como Gochilla ya había revisado todos los rincones, se
acomodó en su bolso y se quedó dormido.
Un olorcito riquísimo invadió la
conciencia dormida de Gochilla, y lo trasladó sin escalas a la
cocina de la casa de la playa. Abrió los ojos, y se fue desperezando
fiacosamente, hasta acomodar todos sus músculos. Lo primero que
salio de su bolso cama, fue su nariz, seguida de una pata de
Gochilla, que hizo de soporte para levantarlo y sacarlo de adentro
del bolso.
Se acercó a su mama y con un ronroneo
suave le pidió un poco de eso que olía tan bien. Su mamá que le
entendió perfectamente le contestó:
-Todavía no está lista la comida, así
que vas a tener que esperar.
Los Gochillas tienen habilidades
extraordinarias para comunicarse, solamente es necesario saber
escucharlos. Tienen un ronroneo agudo, casi musical es, cuando se
transforma en un Gochillarmónica, y lo que dice es que quiere comer
eso tan rico que está oliendo. Otras veces su ronroneo es más
grave, y es el momento en que aparece el Gochillamimosón... que lo
único que quiere es mimos, caricias, pellizcones de orejas y mucho
amor. Eso suele pasar cuando un Gochilla soñó algo feo que le dio
miedo.
Pero en este momento en particular, estaba
el Gochillarmónica, quería comer algo, porque el viaje y tantas
emociones le dieron hambre. Fue hasta su plato, y allí había comida
para él, ese alimento desabrido que los humanos le dan a los
Gochillas confundiéndolos con simples gatos. Después de oler el
plato, la miró a su mamá con ojos de reproche.
-Esa es la comida que tiene que comer un
Gochilla, porque ésta que estoy preparando, a los Gochillas les
puede hacer mal, así que, comé esa, que después yo te convido,
pero un poquito nomás, como para que pruebes.
-Claro, los Gochillas no pueden comer....
No mamá, no es así la cosa... Los Gochillas comemos de todo.
Pero protestando y protestando, como no
podía aguantar más el hambre comió lo que había.
Cuando pudo probar un poco de la otra
comida, quedó maravillado con los sabores, tenía como un fueguito
en los labios que le resultaba muy agradable, y quería más. Así
fueron pasando los minutos, y terminaron de cenar. El postre no le
gustó mucho, pero el dulce de leche si, le encantaba, así que
también le tocó un poco.
Madre y Gochilla, bien alimentados, y
aletargados por el sueño, se fueron a dormir, así al otro día se
levantaban temprano para aprovechar el día.
Los dos se levantaron temprano para ir a
la playa. Gochilla estaba muy entusiasmado por ver todo lo que había
allí.
Como la playa quedaba fuera de la casa, no
era mucho el trayecto. La mamá de Gochilla llevaba una sombrilla y
una reposera, y Gochilla todos sus sentidos alertados para
investigar.
Se pasó todo ese día jugando con el mar,
cada vez que creía que podía alcanzarlo, una ola lo enfrentaba, y
lo perseguía, así fue mojándose las patas, a las que después se
les pegaba la arena.
Un gran susto se dio Gochilla cuando vio
que su mamá se metía al agua, y el mar la zarandeaba entre las
olas, pero como escuchó que reía, no se preocupó más y le dieron
ganas de entrar él también. Porque a los Gochillas, les llama mucho
la atención el agua. Pero todo tiene su límite, y por más que le
llamara mucho la atención, no le gustaba para nada la idea de
mojarse todo.
Por la tarde, cuando el sol ya era más
suave, la mamá de Gochilla sacó de la casa algo muy intrigante, era
un palo largo con unos hilos muy tentadores que se movían y
brillaban con el sol. Era una caña de pescar.
-No Gochilla. -le dijo su mamá cuando el
quiso agarrarlo -Mirá, acá hay un anzuelo, y eso te puede pinchar.
No muy convencido Gochilla se quedó
sentado observando lo que ella hacía. Estiro una de sus manotas
cuando vio pasar por arriba de su cabeza la tanza, pero no pudo
agarrarla.
Después de un buen rato, cuando él ya
estaba adormecido por el calorcito del sol y la arena, todo se
convirtió en expectativa.
-¡Agarré uno! -Gritó su mamá y el vio
como estiraba la caña, y se sacudía, y se doblaba, y la tanza
tirante, no se dejaba juntar.
Unos minutos pasaron hasta que empezó a
ver algo, allá, en donde terminaba el hilo, que saltaba, y luchaba
por soltarse. Un resplandor plateado, que resaltaba en el agua, se
movía de acá para allá, hasta que finalmente, salió todo del
agua.
Era una cosa de lo más extraña, pensaba
Gochilla, huele a algo rico, pero se sacude como loco.
El pescado, cayó a los pies de Gochilla,
dándole un buen susto, y en el apuro quiso agarrarlo con la mano,
pero se le patinaba. Todos sus instintos de cazador se despertaron en
un segundo, y se transformó en un Gochilla salvaje.
Saltó, mordió arañó, hasta que
finalmente logró contener al extraño animal. Su mamá finalmente,
lo agarró, lo enjuagó en el mar, y lo metió adentro de un balde,
del que quería escaparse, pero no pudo, porque Gochilla se quedó
haciendo guardia. No podía dejar de mirar cómo se movía, y metió
su mano para tranquilizarlo, pero no se dejaba tocar, y el Gochilla
salvaje volvió a surgir, cayó adentro del balde y lo volcó,
dejando al pescado suelto saltando por la arena. Sus instintos
salieron a la luz y el Gochilla salvaje se tiró encima del pescado y
logró retenerlo, apenas por un instante, le dio un pequeño mordisco
y pudo saborear un poco... y se quedó pensando lo rico que era.
Por suerte vino su mama, agarró al
pescado y lo metió de nuevo en el balde despues de darle una lavada
en el mar, y juntar un poco de agua limpia.
Fue una experiencia tan exitante para
Gochilla que se fue a acostar a la reposera para reponer las fuerzas,
pero eran tantas las cosas que pasaban que no pudo quedarse mucho
tiempo y volvio pescar con su mamá.
Después de una tarde de pesca, llegaron a
conseguir tres hermosas piezas, Gochilla quedó agotado, y su vestido
lleno de lentejuelas escamas, de lo que sería su cena.
Volvieron a la casa y su mamá empezó a
enseñarle cómo se limpiaba el pescado, que se raspa así para sacar
las escamas, y salieron volando millones de letejuelas plateadas, que
si no hubiera estado tan cansado, seguramente las estaría
persiguiendo. Despues le sacó cosas que tenía adentro,
evidentemente los pescados eran como bolsas que cargaban cosas, pero
por mas que él quiso probarlas, le dijo su mama que no, que eso no
era rico. Y finalmente despues de enjuagarlos con agua del mar, cortó
un pedacito y se lo dio para que comiera. Lo probó, masticó,
saboreó y empezaron los maullidos medio ahogados y agudos del
Gochilla goloso... le gustó tanto el pescado que pidió mas
desesperadamente. Como siempre su mamá le dijo que esperara para ver
si no le hacía mal, pero como lo vio tan desesperado y que le gustó
tanto, cortó otro pedazo, un poco mas grande y se lo dio.
Ya pasada la primera impresion lo comió
un poquito mas despacio, aunque no tanto, y lo saboreo y le gustó
mucho, tanto que al terminar de comer quedó extasiado y agotado, y
se fue directamente a su cama a dormir una siesta tardía. Fue un día
lleno de cosas lindas, de sensaciones nuevas, y eso a los Gochillas
les encanta, y también les da mucho sueño.
Para cuando se despertó de la siesta su
mamá ya estaba lavando los platos de su cena, y se fueron a sentar
afuera a mirar y escuchar el mar. Era una noche cálida, pero rara,
el cielo estaba lleno de nubes oscuras, y el viento se sentía
amenazador. Gochilla tenía una sensación extraña, se subió al
regazo de su mamá para sentirse mas protegido, y una luz estalló en
el cielo, salto y corriendo se escondió abajo de la silla justo en
el instante que un ruido ensordecedor sonó, parecía ahi cerquita,
su mama se agacho y le dijo que eso era un rayo, que venía una
tormenta, que no tuviera miedo porque no pasaba nada, pero por as
confianza que tenía en su mamá no pudo sacarse el susto por un buen
rato. El viento era cada vez mas fuerte y se metieron a la casa,
cerraron todo y lo aseguraron para que no se volara, otro rao mas
iluminó el cielo, y como Gochilla ya sabía lo que venía despues,
se tapó las orejas como pudo y se puso a resguardo abajo de un
sillón bien grande que lo protegería de cualquier cosa. Mientras
tanto su mamá le hablaba de forma tranquila, le decía que no tenía
que tener miedo, que no pasaba nada, pero él se daba cuenta, por la
vos de ella, que estaba un poco asustada, él le decía con los ojos
y los maulliditos que viniera con él abajo del sillón, que ahi
estarían segurs, pero ella insistía que estarían bien que no
pasaba nada. El viento zumbaba afuera y se escuchaba el ruido del mar
embrabecido, mas rayos cayeron hasta que finalmente empezó a caer
agua del cielo, eso él lo conocía, era la lluvia, pero tan intensa
como nunca. Una vez que empezó la lluvia, el viento y los rayos se
alejaron, por lo que de a poquito, primero la nariz, y algunos
bigotes, y asi despacio, Gochilla salió de abajo del sillon y se
sentó frente a la venatana a mirar cómo llovía. Su mamá también
estaba mas tranquila y así estuvieron los dos mirando la tormenta y
conversando, hasta que se hizo la hora de dormir.
Gochilla dormía, y escuchaba el mar a lo
lejos. Eso le gustaba, era algo nuevo, la noche anterior estaba tan
cansado que no escuchó nada, pero como durmió una buena siesta
estaba un poco desvelado y se quedó escuchando el mar.
Definitivamente le gustaba mcho el mar.
Al otro día nuevamente se levantaron
temprano y despues de desayunar se fueron a caminar por la playa. La
mamá le dijo que estuviera atento porque podían cruzarse con
perros, pero él no sabía bien qué eran los perros, nunca vio uno.
Caminaban por la playa jugando con las
olas que iban y venían, el aire se sentía mas puro y limpio, como
si la lluvia de la noche anterior lo hubiera lavado, y el sol estab
radiante.
Empezaron a encontrar distintas cosas de
los mas extrañas, que traían olores totalmente desconocidos,
maderas, platos, botellas, resaca que eran montones de pedaciotos de
cosas que no se sabían qué eran pero olían de formas tan variadas
que era casi imposible dejar de olerlas. En eso estaban Gochilla y su
mamá totalmente absortos cuando se escucha un grito extraño, como
un buau, o algo así, y se escucha unos pies que vienen corriendo.
Gochila se erizó todo y no alcanzó a darse vuelta para mirar que
era cuando su mamá lo agarró y lo alzó por arriba de ella. Y esa
bestia que seguía gritando queriendo saltar, pero su mamá le habló
en un tono que le hubiera dado miedo al diablo, y la bestia se
asustó, y se fue alejando. Su mamá seguía retando a la bestia
hasta que se fue con la cola entre las piernas.
-¿Ves Gochilla? Eso es un perro. Ladran
pero no muerden, por lo menos este.
Gochilla estaba tan alterado que no habñia
forma de que se le asentara el pelo, su mamá lo bajo y lo abrazó,
lo miró a los ojos y le preguntó si estaba bien, el como pudo sacó
un ronroneo de Gochillamimozón, aunque todavía estaba asustado, y
se apoyó en el hombro de su mamá. Fue un susto terrible, porque con
esos dientes gigantes que tenía, el perro lo podría haber
lastimado, o la podría haber lastimado a su mamá, pero por suerte
ella no tuvo miedo y lo asustó.
De a poco se le fue tranquilizando el
corazón y sus pelos volvieron a la normalidad, su mamá ledijo que
caminara un poco, que no tuviera miedo, que si estuviera atento, pero
que no tenía que tener miedo porque los perros, casi como los
Gochillas se dan cuenta cuando alguien tiene miedo y se aprovechan de
eso.
Siguieron caminando un rato por la playa.
Su mamá siempre le decía que no tenía que tener miedo, porque el
miedo lo paralizaba, que si, que era lógico que hubiera cosas que lo
asustaran, pero esa era la reacción del momento, que una vez pasada
la impresión inicial uno tenía que pensar cómo salir de la
situación que le daba miedo, que nada era tan grave, y que lo que si
era grave, lo mejor era solucionarlo. Eso le daba tranquilidad,
ademas que sabía que mientras estuviera con ella, nada le iba a
pasar.
Así fueron pasando los días, descansando
en la playa, jugando con el mar, pescando, y dando largas caminatas,
en las que Gochilla no dejaba un rincón sin explorar, llenándose de
olores nuevos, y misteriosos, de cosas que imaginaba, porque nunca
había visto, pero que llegaban a su mente desde lo más profundo.
Esa es la cualidad que tienen los olores, y los Gochillas tienen
memoria de todas las generaciones anteriores de Gochillas, que
guardaron en su interior, el conocimiento de cosas extraordinarias,
que son activadas en su memoria, por un olor.
A la noche, soñaba con lugares lejanos,
de tiempos lejanos, y con cosas que le pasaban, le pasaron a un
Gochilla en otro espacio tiempo, pero que el mar traía todavía
consigo después de siglos, de deambular por las playas del mundo.
Y llegó el final de las vacaciones, y la
vuelta a casa.
El Gochilla que volvió, ya no era el
mismo, llevaba consigo, historias, aventuras vividas por él, y un
universo de olores sensaciones que no podría olvidar. Se sentía un
Gochilla maduro.
Y este, fue el segundo viaje de Gochilla.
Así se convirtió en un verdadero gato
viajero.