Tenía
que llegar rápido, y ponerme a limpiar.
No
podía recibir a nadie en mi casa en las condiciones de mugre que
sostenía hacía más de tres meses.
Abro
la puerta, y una pelusa gigante intentaba comerse a mi gato, que se
parapetaba debajo de la mesa sobre una silla, aprovechando que por
ahí la pelusa no pasaba.
De
una patada la mandé para el otro lado y rescaté al pobre Amadeus
que me miró con reproche, ya estaba cansado de pelear contra las
pelusas gigantes que en los últimos días, lograron movilizarse a
voluntad, cosa que evidentemente les daba hambre, y vaya uno a saber
por qué capricho de la naturaleza, o la contaminación ambiental,
deseaban satisfacerlo comiéndose a Amadeus.
Ademas
de por la visita, decidí ponerme a limpiar, porque seguramente si
crecían un poco más, a quien iban a tratar de comerse era a mí…
de carne somos.
Con
la aspiradora limpié todo el pelusaje, casi parecía que gritaban,
pero eran pelusas, así que era un grito sordo, más bien telepático.
Por
eso les hablaba, les decía, mientras aspiraba que era porque tenía
visitas que se calmen, que ya iban a salir de nuevo…
Después
ordenar, limpiar el polvo acumulado, acomodar los libros
desparramados, y papeles, por todos lados papeles, notas, recortes de
diarios, facturas de servicio, anotaciones varias, folletos, flyers,
y más libros y revistas, y diarios enteros. Y… tanto desorden…
Ropa
sucia, ropa limpia, ropa que…
Zapatos,
ojotas, chancletas.
Vasos,
copas, ceniceros, botellas vacías, latas, pañuelos descartables,
servilletas de papel.
Por
suerte el departamento era chico, así que no llevaba mucho tiempo y
hacía pensar ¿cómo se puede armar tanto kilombo en un lugar tan
pequeño?
Las
pelusas seguían protestando adentro de la aspiradora.
Quien
venía de visita, ¿las podría escuchar?
No
sé.
Timbre.
Por
suerte estaba todo masomenos presentable.
Más
limpieza sería mentir. Si la casa es un reflejo de la personalidad
de quién la habita, que todo esté perfecto sería una gran mentira.
Y no
tenía ganas de empezar una relación con una mentira.
Esta
vez me mostraría tal cual soy, con defectos y virtudes, esperando lo
mismo de la otra persona, y que sea lo que dior quiera.
Nos
conocimos en una fiesta.
A la
salida de una fiesta nos cruzamos, cuando llegaba yo me iba.
Pero
hubo un chispazo incomprensible.
Y
como teníamos ámbitos en común en las redes sociales empezamos a
hablar, hasta que por fin se decidió el encuentro.
Y
justo ahora estaba subiendo.
Qué
nervios.
Desde
aquel cruce no nos vimos en persona.
Abro
la puerta, mientras baja del ascensor, se da vuelta y esa sonrisa que
me mata… la intensidad de esos ojos…
Beso,
entra, una copas, charla amena un poco de música.
En
un momento dado me dice:
-Hay
un ruido extraño, que no logro definir qué es, pero me da
escalosfríos. ¿Tenés a alguien encerrado en algún lado?
-No,
son las pelusas. -Manteniendo mi mejor cara de poker. -Hace un rato
pasé la aspiradora y las pelusas siguen en la bolsa, no la vacié, y
parece que no les gusta estar encerradas.
Si
con esta confesión no se va a la mierda, puede ser amor.
No
se va, dice ah, como si fuera lo mas normal, y seguimos con la
charla.
Nos
distraemos con la charla…
Le
voy a sacar una pelusita imaginaria del hombro y sin pensarlo le
acaricio la cara. Me salió, no pude atajar la mano.
Uy,
perdón.
Está
bien, no me molesta.
Y se
me acerca, para un beso.
Y
qué beso…
La
ropa se soltó sola y escapó de nuestros cuerpos.
No
sé cómo llegamos a la cama y todo fue piel, caricia, besos,
lenguas, manos, y ya no sé cuál es mi piel y dónde empieza la
tuya.
Los
cigarrillos de después, fueron entre besos y charlas liviana,
adormecida.
Y el
sueño nos cae encima y no lleva en brazos hasta el infinito.
Y
nos perdemos en el más allá onírico.
En
el sueño siguen los besos y las manos jugando con los cuerpos ya sin
limites definidos en una sola masa de placer.
Un
latigazo de realidad, me trae del sueño, y no entiendo nada… ¿que
pasó?
No
está a mi lado, ¿acaso fue todo un sueño?
Y de
nuevo ese grito ahogado que me despertó.
Está
en el baño, me levanto y voy, en el camino la aspiradora destrozada
como testigo de la fuga.
En
el baño una pelusa gigante, la suma de todas las pelusas tiene a mi
amor casi a medio tragar.
La
aspiradora no existe más, necesito encontrar la forma de eliminar
esa pelusa, y lo único que se me ocurre hacer es usar la palangana
de agua que al mojarla la aplasta y contiene en una masa peluda pero
sin forma y logro liberar a mi amor, que le cuesta respirar, tose un
par de veces, y me mira con esos ojos que me matan, y asiente.
Le
pido perdón, no sé cómo hacer, porque no quiero que me deje…
Y
entiende todo, nos sacamos todos los restos de pelusa, con un baño
rápido aunque bastante caliente, y nos secamos y mientras tomamos un
whisky, para espantar la tensión y el miedo, me cuenta que alguna
vez le pasó algo similar… y que de ahí aprendió a no dejar que
las pelusas crezcan tanto, por más que el resto de su casa sea un
desastre.
Perdió
a un amor, porque no pudo soportar la presencia de las pelusas…
pero ahora que lo piensa, es que desapareció… tal vez…
Pero
no queremos pensar más en el pasado, la amenaza de las pelusas
gigantes será controlada, y viviremos felices para siempre.