Fue un hermoso regalo de cumpleaños. Desde que se mudó que colgaba del techo, la lamparita despojada, y ya era tiempo de cambiarla. Un spot blanco, con tres luces halógenas, con un interruptor graduable, para elegir la intensidad lumínica deseada, distinta para cada momento.
Cuando llegó el momento de instalarla, eligió enfocar cada luz, al lugar que ocuparía cada uno de sus invitados de esa noche, tenía pensado jugarles una broma., como las luces eran móviles, podría cambiar el enfoque cuando quisiera.
Antes de preparar la cena, tuvo tiempo de descansar un rato. Cuando todo estaba casi listo llegaron los invitados. Preparó bebidas, que sirvieron de anticipo a una excelente cena, y a una amistosa charla.
Todavía hoy no recuerda, de qué manera, la alegre charla se fue tornando hostil, hasta la incomodidad. Para cambiar de tema y dejar atrás tanta violencia, se levantó y se dirigió a la perilla de luz, y la encendió , dándole la máxima potencia, así distraería a sus amigos de esa discusión tan horrorosa.
Un rayo enceguecedor surgió de cada spot, y sin que atinara a hacer nada, carbonizó a cada uno de los invitados, terminando con la discusión, y la cena, sin que hubiera lugar para el postre.