¿Tan aterrador puede ser, ver una columna
de humo en el horizonte?
Si fueses el último habitante vivo del
planeta... sería por lo menos inquietante.
Durante los años posteriores a las dos
grandes guerras, cuando el miedo de que hagan estallar la bomba era
nuevo, miles de relatos de ficción habían vaticinado este momento.
Con la llegada de los noventa a la
Argentina, que en otros países fueron los ochenta, todo ese temor
por el futuro incierto quedó tapado con una volátil capa de
capitalismo en polvo. La cocaína era el símbolo del neoliberalismo,
atrapaba con sus promesas de negocios rápidos muchas mentes
hambrientas de éxito instantáneo, todos querían ser Dios, aunque
más no fuese por el rato que duraría los efectos de una línea. El
nuevo siglo, justo para el cambio del milenio o tal vez no, había
teorías cruzadas al respecto, trajo consigo a la Argentina una gran
crisis económica y social, crisis que a los países del primer mundo
llegaría diez años después, cuando en este país ya habría sido
superada. La crisis que estalló en Argentina en el 2001 tenía su
correlato en distintos países del mundo, tanto en América Latina,
como en Asia y África. Ante la inutilidad de las recetas del FMI, o
cualquiera de los organismos internacionales que se dedicaban a hacer
del mundo un lugar más justo para los ricos y poderosos, todos los
países llamados en otras épocas del tercer mundo, tomaron la sabia
decisión de unirse. Paralelamente a esta decisión, la economía de
EEUU y de los países centrales comenzaba a transitar el camino que
los llevaría a la crisis más terrible de todos los tiempos. Otro
ciclo del capitalismo que se cumplía, aunque nadie sabía que era el
último.
El sólo hecho de que los países de
Latinoamérica se unieran, era un atentado al estatus quo de los
grandes grupos económicos locales, y por supuesto contra los que
dominaban el mundo. La guerra de baja intensidad se fue expandiendo
por los distintos países de Latinoamérica, los cuales ante los
intentos de golpes se unían y fortalecían cada vez más.
Cuando la crisis aumentó, los grandes
poderes no toleraron que sus dadores de sangre se revelaran y
lanzaron una guerra abierta. Nunca esperaron que les fuera tan mal en
su intento de dominación como para que fuera necesario llegar al
extremo que llegaron.
En otras épocas hubiera sido un ataque
nuclear global que destruiría todo, dejando al planeta en un estado
tal, que sería inhabitable por siglos, al menos por las formas de
vida conocidas, si es que alguna de ellas hubiese sobrevivido.
Ya para la segunda década del nuevo
milenio tenían desarrolladas armas de asesinato masivo, que no
atacaban a plantas ni a animales, y tampoco destruían
infraestructura. Los conocimientos del genoma humano fueron
aprovechados al límite, para crear el arma perfectamente letal. Un
virus.
Muy fácil imaginarse lo que sigue, al
atacar a los supuestos enemigos no tuvieron en cuenta cosas tan
básicas como que la tierra es tan redonda y una sola nomas.
De esta manera los virus se expandieron
por todo el mundo matando a todos y cada uno de los seres humanos.
Excepto a uno, que estaba mirando una
columna de humo en el horizonte. Hubiera sido de lo más normal...
salvo que...
Continuamos. Para llegar hasta allí tuvo
que ser el centro de una serie de casualidades que la ayudaron en
primer término a sobrevivir al virus. Segundo, a lograr mantenerse
con vida los primeros años que fueron los peores, y tercero llegar
hasta allí, que desde el lugar dónde vivía eran como quinientos
kilómetros.
¿Y cómo hizo? El primer conjunto de
circunstancias, el que le permitió sobrevivir a la epidemia desatada
por los grupos poderosos, comienza con una degustación de licores.
La sobreviviente que de ahora en más llamaremos Natacha, quería
elaborar un licor del estilo Benedictino, es decir a base de una
selección de hierbas medicinales. Elaboró en principio cinco
mezclas diferentes en las que combinaba distintas hierbas. Por una
cuestión de simetrías, el plan era que cada licor estaría
compuesto por tres hierbas que le darían un sabor base, y seis más
que definirían la especificidad de cada licor. Desde hacía semanas
venía probando con tandas de a cinco variedades, intercambiando las
hierbas bases y probando cómo se complementaban con las otras. En
definitiva, según el diario que llevaba a la fecha en que llegó al
hospital, había probado aproximadamente setenta y cinco hierbas
diferentes, combinándolas de todas las maneras posibles.
Difícil rearmar todo el trayecto herbal
que la llevó a que, el día que le inyectaron el contraste
radiactivo para hacerle una tomografía, se produjera en su organismo
una mutación que en un principio casi la mata, pero que fue la
responsable de que su vida no terminara en manos del virus que
asesinó a toda la humanidad.
Esa mezcla de hierbas sufrió una mutación
al ser expuesta a la radiación del contraste. Su sistema inmune, ya
alterado por esta mutación, al ser expuesto a la radiación del
tomógrafo lanzó ataques indiscriminados contra todo organismo ajeno
al cuerpo.
Como unos días antes de la internación
Natacha estuvo en una manifestación que exigía la libertad de unos
miembros de la Unasur, secuestrados por un grupo de fuerzas de élite
del ejército argentino, aspiró parte de los gases lacrimógenos que
venían cargados con el virus fatal. El virus estaba diseñado para
atacar el organismo de forma muy lenta y gradual, así tenía el
tiempo suficiente para contagiar a la mayor cantidad posible de
personas. Estaba ideado como esos cebos que hacen que una cucaracha
coma del veneno y vaya al nido a infectar a toda su colonia.
Así fue que, una vez que lograron que
dejaran en libertad a todos los miembros de la Unasur, debido a la
masividad de los reclamos que se produjeron por todo el continente,
Natacha volvió a su casa, y aunque todo el mundo estaba atento,
porque sabían que las cosas no quedarían así, volvió a su rutina
diaria.
Entre las cuestiones que ya tenía
programadas estaba una visita al Hospital para hacerse una tomografía
para desechar un posible tumor cerebral. Al ser inyectada con el
contraste radioactivo, en combinación con las hierbas ingeridas y
con la radiación del tomógrafo, su cuerpo se transformó en un
asesino de todo elemento ajeno al mismo.
Así fue que destruyó el tumor cerebral y
a la vez pudo combatir el virus. Nadie se dio cuenta de lo que pasó
porque cuando encendieron el tomógrafo empezó a convulsionar,
tuvieron que sacarla de urgencia y quedó en coma por tres días.
Cuando despertó no se acordaba muy bien
lo que había pasado, los médicos asombrados la examinaron de punta
a punta, le hicieron todos los análisis posibles pero no encontraron
nada fuera de lo normal, con una palmada en el hombro le dieron el
alta, recomendándole que ante cualquier malestar volviera, no tenían
la más pálida idea de lo que le pasó.
Luego de la internación y de los sucesos
que conmovieron al continente, la calma fue instalándose entre las
personas y en Natacha, hasta que tres meses después del intento de
secuestro apareció el primer enfermo. Los primeros síntomas eran
alucinaciones, después complicaciones respiratorias por lo que
necesitaban internación. Luego desmejoraban tan rápidamente que a
las pocas horas de entrar al hospital morían.
De allí en más fue todo un caos.
Como estaba previsto por los diseminadores
del virus, toda persona que estuvo en contacto con los que aspiraron
los gases el fatídico día se contagió del virus, y a su vez
contagiaron a todas las personas en contacto con ellos, que a su
vez...
Cuando el primer caso apareció en los
países centrales la cosa se complicó para los iniciadores, sabían
que al aparecer el primer muerto éste ya habría contagiado a tantos
que iba a ser imposible contener nada. Pero se quedaron tranquilos
porque creían tener el antídoto que, en previsión de algo así, ya
habían repartido como un refuerzo vitamínico a todas las personas
que ellos pensaban que serían útiles.
Gran conmoción sufrieron estos genios,
cuando uno de los ideólogos murió en el hospital atacado por el
virus, que, debido a circunstancias totalmente desconocidas, mutó, y
se hizo resistente al antídoto.
En el lapso de cuatro meses la población
del mundo se extinguió, quedando viva solamente Natacha.
Tardó unas cuantas semanas hasta tomar
verdadera conciencia de la situación en la que estaba. Después de
que había visto morir a todos sus seres queridos se encerró en su
casa y no quería saber nada de nadie, estaba totalmente
desconsolada, porque además de su familia, uno a uno se fueron
muriendo sus amigos y conocidos. No sabía la magnitud de lo que
ocurría, porque ni siquiera se molestaba en mirar tele o escuchar
radio. Cuando una noche se cortó la luz, se fue a dormir, pero al
ver que al otro día tampoco había luz, quiso llamar por teléfono a
la compañía de electricidad, pero no andaba el teléfono. Encendió
una radio a pila, y no había ninguna emisora al aire. Salió a la
calle, y se dio cuenta de que no había nadie. La desesperación se
apoderó de ella, por supuesto no podía conectarse a Internet, no
había forma de nada. Esos primeros días de tomar conciencia de que
era la única persona viva en quién sabe cuántos kilómetros a la
redonda, o inclusive la única en el mundo, fueron terribles.
Básicamente se pasó cuatro días borracha, hasta que cayó en una
inconsciencia que le duró dos días, con pequeños lapsos de
lucidez.
Después de dormir lo suficiente para que
se le pasara toda resaca, se despertó pensando que si no había
nadie más, podría vivir dónde quisiera y cómo quisiera.
La idea de a poco fue acomodándose en su
cerebro, y tomando forma, hasta que se encontró lápiz y papel en
mano haciendo una lista de las cosas que necesitaría.
Le tomó un par de semanas hasta que
encontró la casa especial para pasar lo que le quedara de vida. Era
en la costa uruguaya, había una casa enorme, de principios del siglo
pasado, con todas las comodidades para guardar todo lo que debería
llevar y lo suficientemente lejos de las ciudades como para que no
llegara la pestilencia. La conoció durante unas vacaciones, de
pasada.
Una vez elegido el lugar, se trasladó, se
instaló y empezó a juntar todo lo necesario. En una de sus visitas
a la ciudad para proveerse de cosas notó algo escalofriante. Jaurías
de perros, que liberados de sus dueños atacaban a lo que se les
cruzaba. Por suerte ella iba en auto, porque de no ser así la
hubieran matado.
Ese fue el problema más grave que tuvo
que superar. Los animales antes domésticos se volvieron salvajes a
niveles más extremos que cualquier bestia. Para transportarse
Natacha se consiguió un camión híbrido, y de allí en más fue
cargando todo lo necesario. Por suerte tenía ciertos conocimientos
técnicos que le ayudaron a juntar todo lo que le sería útil,
incluidos libros de texto, planos, herramientas y repuestos para
tener en su casa electricidad, y poder seguir teniendo ciertas
comodidades. Paneles solares, baterías, y un sistema que utilizaba
el movimiento del mar para generar electricidad fue el primer paso. A
medida que aprendía, las cosas se facilitaban.
Pasados los años las ciudades ya no eran
tan peligrosas porque las jaurías migraron en busca de otros sitios.
Con el tiempo, y sin la influencia de la mano del hombre, la
naturaleza fue recuperando su propio equilibrio, ya las jaurías se
habían readaptado y no eran mucho más peligrosas que otros
animales.
Una mañana, después de pasados cinco
largos años desde que se había iniciado todo, y cuando Natacha se
sentía tranquila de que las cosas estaban en orden nuevamente, salió
al patio a respirar el aire puro y se sentó en una reposera mirando
el mar.
Se levantó de golpe, la sorprendió ver
en la lejanía una columna de humo, no era como los incendios que ya
había visto en muchas oportunidades. Buscó los binoculares,
excelente aparato que rescató de un negocio especializado, y los
enfocó en el horizonte. Era en la costa de Buenos Aires en donde
aparentemente nacía el humo.
Ir por tierra era prácticamente
imposible, no había forma de reabastecer combustible en el trayecto
y los caminos estaban en un estado desastroso. Previendo esto, hacía
dos años que había conseguido un barquito, un velero, y fue
adaptando con mucho trabajo el motor para hacerlo eléctrico,
montándole paneles solares para cargar las baterías que lo harían
funcionar. Antes de organizar la excursión, vigiló durante todo el
día el humo, y ya por la noche salió con una linterna superpotente
con la que empezó a hacer señas para tratar de entablar una
comunicación. No hubo ningún tipo de respuesta. Lo único que le
permitía la noche era observar una tenue luz, que debería ser el
origen del humo.
Mientras preparaba todo lo necesario para
iniciar el viaje, pensaba. Hacía más de cinco años que estaba
sola, y de alguna manera estaba adaptada a esa sensación. En un
principio la posibilidad de encontrar a otra persona la entusiasmaba,
pero a medida que trataba de imaginar quién podría ser esa persona,
o cómo podría ser, su entusiasmo fue decayendo. Las posibilidades
eran infinitas, y dentro de ellas había muchas de que esa persona
fuera desagradable, por algún motivo. A medida que las tareas que
tenía que realizar como preparativo para el viaje, se iban
cumpliendo, tardaba más tiempo en realizarlas. Miraba, probaba,
volvía a mirar, volvía a probar, deshacía, probaba de otra manera,
y volvía a la primera forma, y así.
En un momento se preguntó ¿por qué
debería ir ella hacia esa supuesta persona? Si ella podía ver el
humo, quién estaba del otro lado podría verla a ella también, y si
no se acercaba o no intentaba algún tipo de comunicación sería
porque no quería. O porque no la podía ver, sino la podía ver es
porque era alguien ciego. Dio más vueltas por un par de días, hasta
que no le quedaban más excusas. Pero un acontecimiento, no tan
inesperado, tomó la decisión por ella.
Una noche que a través de los binoculares
vigilaba la pequeña luz, notó que otra luz a la misma altura de la
anterior se movía. Siguió vigilándola casi toda la noche, hasta
que no le quedaron dudas de que se acercaba. Hizo una marca en el
cristal de la ventana para saber por donde estaba, así iba a poder
calcular aproximadamente cuanto avanzaba. A la noche siguiente pudo
comprobar que avanzaba despacio, no era tan rápido como se esperaba,
seguramente se trataba de una embarcación a vela. Durante el día
siguiente observó, y pudo localizar el pequeño punto, tenía razón,
era una embarcación a vela, que ese día con viento a favor avanzaba
más rápido.
Cada día lo primero que hacía era
vigilar al posible visitante. Esa noche se armó de valor y empezó a
hacer señales con la linterna, no sabía código Morse, pero prendía
y apagaba la linterna con un ritmo igual en cada intento. Empezó a
hacerlo espaciado. Hacía un intento, paraba unos minutos, volvía a
intentarlo y así. Hasta que recibió respuesta. Podía ver que la
luz del horizonte parpadeaba con el mismo ritmo que la de ella.
Bueno, pensó, evidentemente es una forma de vida que posee cierta
inteligencia.
A la mañana siguiente, ya estaba más
cerca, y pudo distinguir el barco. Se estaba poniendo nerviosa porque
no sabía cómo era quién venía a visitarla, y eso no le gustaba
mucho. Se dio cuenta que las noches siguientes de notar que la luz
avanzaba, la primera luz que se mantenía en la costa ya no se veía,
eso implicaba que quién venía en el bote no había dejado a nadie
en tierra, o era alguien solo, o todos los sobrevivientes venían en
el bote. Pensar en más de una persona que venía hacia su casa le
resultó un tanto incómodo.
A la mañana siguiente ya podía
distinguir bien el bote, y pudo comprobar que desde la cubierta,
alguien saludaba con unos binoculares delante de los ojos. Tardó por
lo menos tres horas más en llegar, por lo que calculó que estaba
bastante más al sur de lo que ella se imaginó en un principio.
El bote llegó hasta donde se lo permitió
la profundidad de la costa, y de allí en más el tripulante, uno
solo, se fue acercando en un pequeño bote de remos.
Natacha pensó que el fin del mundo, al
final le trajo suerte de alguna manera, porque por lo que pudo ver
era un hombre y estaba bien fuerte. Hombros anchos, alto. Un lejos
interesante. Se sorprendió retándose a si misma, era una persona
viva, y ella todavía tenía grabada a fuego en su inconsciente la
dictadura de la imagen, qué estúpida, al primer contacto con
alguien y el mandato social volvía a tener la misma fuerza que tuvo
siempre.
Faltaban sólo veinte metros para que
llegara a la costa y Natacha estaba con los colmillos a la mitad de
la barbilla. Sacudió la cabeza para sacarse esas ideas de la mente y
se acercó a la playa. No era tan tonta, tomó la precaución de
tener bajo su abrigo, un arma cargada. No sabía con quién podía
encontrarse. Finalmente llegó el bote a la costa, se metió al agua,
y ayudó a acercar el bote.
-Hola, bienvenido. -dijo llevando su mano
al arma.
-Hola. Esto es un milagro, pensé que no
quedaba nadie vivo.
Notó en su cara alivio más que otra
cosa, y un poco se relajó. Parecía alguien común. Pero no tenía
confianza.
-¿Estás armado?
Él se sorprendió ante la pregunta y
sintió un poco de miedo, no pensó que podía ser una amenaza lo que
él creía un milagro.
-No. No pensé que… digo no queda nadie
vivo. Venir a matar a la única persona que queda...
-No, es verdad, pero nunca se sabe.
Amarraron el bote a un tronco. Y Natacha
lo invitó a pasar. Estaba bastante frío.
-Perdón, parece que con tanto tiempo de
soledad perdí mis buenas costumbres, me llamo Natacha.
-Yo me llamo Eduardo, perdón, yo también
perdí mis modales. Pero es que esto es tan... no sé... creo que
todavía no me recupero de estar tanto tiempo solo. Todo fue muy loco
y cuando me instalé, ya resignado a pasar solo el resto de mi vida,
vi la luz de tu casa, y fue toda una conmoción. No sabía qué hacer
si venir para acá o no. Y ...
-Si, a mí me pasó lo mismo, hasta empecé
a prepararme para ir, pero tampoco sabía.
Era un momento muy raro, incómodo, pero
feliz y ninguno de los dos sabía cómo hacer o qué hacer, pero el
hombre es un animal social, no puede vivir solo. Toda la angustia,
soledad y desesperación de los últimos años se agolparon en la
garganta de ambos y casi sin darse cuenta se abrazaron.
Fue un abrazo de resucitación. Poder
hablar con alguien, poder estar con alguien, ya no era ninguno de los
dos el único sobreviviente. Lloraron, rieron, toda la presión
acumulada estalló. Pasaron varios minutos hasta que pudieron
reponerse y ya más tranquilos se sentaron a la mesa.
Natacha trajo una botella de whisky,
sirvió dos vasos abundantes, y le alcanzó uno a Eduardo. Brindaron
y bebieron. Eso ayudó a aflojar un poco más la tensión. Eduardo
sacó un paquete de cigarrillos y le convidó a Natacha.
-No puedo creer que tengas cigarrillos. A
mí se me terminaron hace un año, y no conseguí más.
-Asalté un mayorista y tengo acumuladas
varias cajas, pensé que si me quedaba sin puchos me pegaba un tiro.
Cada vez que llegué a una ciudad a buscar cosas lo primero que hice
fue recolectar cigarrillos, tuve suerte, en una de las ciudades a
dónde fui estaba la fábrica de Nobleza Picardo, otro día encontré
la de Massalin Particulares, fumo negros pero en este tiempo le
encontré la gracia también a los rubios.
-¿Y cómo sobreviviste? digo, no te
contagiaste.
-La verdad no sé bien por qué no me
contagié, lo único que parece ser posible es un accidente de
trabajo que tuve. Trabajaba en la CNEA, soy Físico, el problema fue
mientras manipulaba unos contenedores de semillas de iodo y me
irradié. Estuve internado y caí en coma, pero pasaron dos o tres
días y me empecé a recuperar, salí del coma y mejoraba cada día
más. Me hicieron toda clase de estudios y estaba mejor que
cualquiera, ahí fue que empezó a caer gente infectada, no tenían
lugar para mantenerme y hacerme más pruebas, me dieron el alta y me
dijeron que cuando pasara el kilombo vuelva a hacerme más pruebas,
pero hasta lo que ellos pudieron ver yo estaba en perfectas
condiciones. Me fui a mi casa, y ahí empezaron a morirse todos. Los
primero días no sabía qué hacer, tenía miedo de contagiarme,
después me estaba quedando solo y quería contagiarme, pero no pude.
Después que se murieron todos tuve un intento de suicidio, pero
salió mal y pensé que mejor me la bancaba, porque si intentaba otra
cosa, al no ser mi hora no me iba a morir, y había muchas
posibilidades de quedar arruinado. Y bueno, qué sé yo, uno se
acostumbra a todo, empecé a pensar qué hacer. Me acordé de la casa
de la playa, era de unos amigos, estaba en un buen lugar. Junté todo
lo que podía necesitar y me fui a instalar, después cada tanto,
mientras se pudo, volví a las ciudades a buscar víveres y cosas, me
fui acomodando, hasta que una noche vi la luz de tu casa, y acá
estoy.
-Guau... esto es increíble... escuchar
hablar a alguien que no soy yo.
-¿Y vos cómo sobreviviste?
-Algo parecido a lo que te pasó a vos.
Le contó toda su historia, por lo menos
la parte que ella entendía que tenía que ver con que no se hubiera
contagiado, la parte de los licores no la tuvo en cuenta, pero le
relató todo el resto hasta el día que vio la columna de humo.
Hablaron por horas, nunca antes se
hubieran imaginado como extrañaban el hecho de poder hablar con otra
persona.
Lo que ninguno de los dos notaba en ese
momento era que hablaban y se entendían. Tanto tiempo habían pasado
solos que no podían discernir ese hecho que en otros momentos era
tan importante. Porque tuvieron suerte, los dos, las únicas dos
personas que quedaron vivas en el mundo entero eran compatibles,
tenían cosas en común y la principal era la capacidad de sentir
empatía por el otro.
Ya entrada la noche, salieron a la playa a
mirar la luna. Era una noche de luna llena espectacular, a Natacha le
gustaba ver el reflejo de la luna en el mar y la arena. Todo se teñía
de plateado y el espectáculo era realmente hermoso. Caminaron un
poco por la playa, Eduardo se detuvo a levantar un caracol. Cuando se
lo iba a mostrar a Natacha se quedó helado.
-¿Qué pasa? -la cara de Natacha tenía
un gesto de susto que también logró asustarlo a él.
-Mirá. -le dijo señalando hacia el sur.
Una luz, otra, millones de luces como si
fuera una ciudad iluminaban la noche, a quien sabe cuantos
kilómetros. Y a lo largo de la costa, distintas luces. Era como si
de repente todas las luces que existían antes hubieran vuelto a la
vida.
-¿Cómo puede ser? -preguntó Natacha.
Por un momento miró con sospecha a Eduardo. -Vos... casualmente
llegaste hoy, y ahora pasa esto.
-Pero... ¿Qué querés decir? Yo podría
pensar que justo que... mirá la verdad no sé qué pasa. Yo no sé.
Tenemos que tratar de averiguar qué pasa en vez de ponernos
paranoicos.
-Sí. Tenés razón. -dijo Natacha, pero
en el fondo le quedó plantada la duda. -Tengo una radio, voy a ver
si hay alguna transmisión.
Entraron a la casa, Natacha encendió la
radio y empezó a girar el dial. Lo más loco de todo fue que
automáticamente empezó a sintonizar distintas emisoras, música en
algunas, publicidad en otras, personas hablando normalmente como si
nunca hubiese pasado nada. Se miraron los dos sin entender.
-Por acá había un televisor. -Natacha se
fue a un cuarto que tenía de depósito. -Vení, ayudame que pesa.
Llevaron el televisor al living, lo
pusieron sobre una mesa y prepararon una antena con unos alambres.
Cuando lo encendieron, giraron el sintonizador y lograron captar un
canal de aire brasilero, no entendían mucho pero era un programa de
preguntas y respuestas.
-Tenemos que ver si hay electricidad. No
entiendo que está pasando pero creo que primero tenemos que entender
el alcance de esto y después vemos qué hacemos. -Natacha salió de
la casa y se fue hasta un poste que estaba atrás, verificó las
conexiones. Eduardo la siguió.
- ¿Querés que te ayude?
-¿Entendés algo de electricidad?
-Sí, acordate que soy Físico.
-Cierto. Mirá, allá en la casita esa
está todo el sistema de almacenamiento eléctrico de la casa, fijate
que hay un interruptor en la pared, bajalo y yo conecto éste.
Eduardo caminó hasta la casita, entró y
desapareció por un instante, luego se cortó la luz que había. En
ese momento Natacha conectó, y todas las luces se encendieron,
incluso algunas que ella no sabía que estaban.
-Esta es la entrada de tensión de línea.
La electricidad que provee la compañía eléctrica, entendés.
-O sea, que... ¿Tenías alguna conexión
a Internet acá?
-Tengo la computadora, y había una
conexión, nunca la saqué porque tenía esperanzas de quién sabe
qué carajos.
Entraron a la casa, encendieron la
computadora. Entraron a la página de un diario, miraron la fecha.
-No puede ser. -Lo dijeron a coro.
-¿Vos te acordás qué día era cuando
secuestraron a los representantes de la Unasur? Catorce de febrero,
de hace cinco años atrás. Según el diario hoy es catorce de
noviembre del año anterior. -Dijo Natacha.
-Me acuerdo de esa fecha porque era el día
de los enamorados, y mi novia me hizo un escándalo terrible porque
me olvidé de eso, yo estaba como loco por lo del secuestro, me fui a
la manifestación, y llegué a cualquier hora.
-A ver, acá tiene que haber algún error.
Natacha comenzó a pasar por distintas
páginas, todas decían la misma fecha.
-Bueno, esto es una locura, digo, estamos
navegando por la red, usando alimentación de línea cuando hasta
hace una hora éramos los únicos seres humanos vivos del planeta. ¿A
ver?
Entró a una página de mensajería
instantánea, y vio a algunos de sus contactos en línea. Saludó a
una de sus amigas, ésta le contestó y le preguntó por dónde
andaba. Habló un instante con su amiga de nada en particular,
tanteando para ver si había pasado algo, pero por las respuestas de
su amiga se dio cuenta de que era todo tan normal como hacía cinco
años atrás.
-¿Querés conectarte vos? -Eduardo se
sentó a la máquina.
-Voy a meterme adentro de tu máquina para
ver el reloj interno qué hizo y qué dice.
-Está bien. Fijate.
-Va a parecer que se... vos no te
preocupes no se va a perder nada de información.
Entró por el DOS y empezó a teclear
comandos desconocidos, Natacha pudo deducir que estaba revisando
distintas direcciones de memoria. Cuando empezó a encontrar lo que
buscaba, Eduardo empezó a detallar, más para si mismo, pero también
para Natacha.
-Según la BIOS, el procesador comenzó a
funcionar en esta fecha, ¿ves? Si voy a mirar acá puedo ver la
cantidad de años que pasaron desde ese momento, en este registro.
Bien. Quince años. La computadora tampoco registró estos cinco
años.
-No puede ser. A ver dejame ver, yo tengo
archivos que escribí antes de ayer.
Buscó en el explorador de archivos y si,
los nombres de los archivos estaban, pero la fecha que tenían
coincidía con las de la BIOS y las de los diarios. Tan concentrados
estaban en la pantalla de la computadora que el bocinazo que
escucharon los hizo saltar mal.
Al mirar a su alrededor se encontraron con
que ya no estaban más en la casa de la playa uruguaya sino en el
departamento de Natacha, con la televisión y la radio encendidas.
Afuera se escuchaba el ruido del tráfico y el movimiento de la
ciudad. Los dos se quedaron helados mirándose. El sonido del
teléfono los sacó a los dos del trance. Natacha caminó hacia el
aparato, con miedo, ya no sabía qué más podría pasarles. Atendió,
se llevó el tubo a la oreja y escuchó la voz de su mejor amiga.
-Hola, Natacha, escuchame y no preguntes.
Tenés que agarrar el pendrive que tenés en una cajita, adentro del
cajón que está en el escritorio de la PC, conectalo a la máquina y
mirá el video. Después hablamos. -Y cortó.
-Hola, no cortes. Hola...
Fue hasta el escritorio, encontró la
cajita y sacó el pendrive. Lo insertó en la entrada correspondiente
y buscó el archivo. Puso reproducir y los dos se sentaron para ver
qué decía. De golpe Natacha se levantó y lo paró.
-No, pará. Mejor voy a buscar algo
fuerte, porque esto ya está poniéndose muy loco y quién sabe qué
vamos a escuchar ahora. Además, si estamos acá tengo una heladera
con algo fresco.
Fue hasta la cocina. Y volvió con una
bandeja, dos vasos, una botella y jugo de limón.
-Vodka con limón ¿te va?
-Sí, perfecto.
Prepararon los tragos.
-Bueno, listos. -Natacha volvió a darle
play al video.
Se sentaron muy derechitos, uno al lado
del otro, en una mano tenían el vaso, y las otras dos manos se
juntaron solas, como si tuvieran vida propia. El video era casi una
copia de la escena, ellos dos sentados en el sillón con una copa en
la mano y tomados de la otra. Empezaba a hablar Natacha.
“Primero nos aconsejo que se preparen
unos buenos tragos, seguro te acordás que en el freezer hay una
botella de vodka, hay limón en la heladera, y bueno, el resto ya
sabés. Te, nos digo esto, porque no sé en qué estado van a estar
cuando estemos mirando esto. Dale pausa. Yo sigo, porque si siguen
siendo los mismos que somos ahora seguro que lo primero que hicieron
antes de empezar a mirar el video fue eso. Bueno, el tema es así. Se
dirigió al Eduardo que estaba al lado de ella. -Primero me cuento yo
quién sos vos y después te contás vos quién soy yo ¿te parece?
Yo sé cómo hablar conmigo para entenderme.
-Bueno dale.
-Bien. Natacha, ese que está al lado tuyo
es Eduardo. Es un científico loco básicamente. Estudio Física e
Ingeniería Electrónica y Química entre otras cosas, eso en la
Universidad y después de forma autodidacta quién sabe qué más.
Cuando lo conocí me sorprendió porque sabía muchísimas más cosas
que yo, aparte en profundidad. Como te podrás imaginar cuando conocí
alguien con ese cerebro me quedé patitiesa, pero como siempre me
imagino lo peor pensé que sería un ególatra gusano egoísta y qué
sé yo... Pero otra vez me sorprendió y resulta ser que es el hombre
perfecto. Pero... siempre hay un pero. Con el pero sigo después
ahora él te tiene que presentar a vos a él. Digo que él se tiene
que decir a él quién sos vos. ¿Quedó claro así?
-Sí, igual vamos a entender. O no sé,
creo que de cualquier manera en este momento que nos estamos viendo y
escuchando no vamos a entender nada. Bueno me toca a mí. Eduardo,
esta que está acá, y que está ahí a lado tuyo, es Natacha. Está
un poco loca, pero bien. Quiero decir, no entra en ningún molde.
Tiene la capacidad de no dejar que su mente sea limitada por nada ni
por nadie, es muy inteligente y sabe usar esa inteligencia. Tiene
conocimientos de muchas cosas, más que yo, aunque como ella dijo, yo
profundizo en cada cosa. Ella lo que no sabe lo deduce y después
busca, para confirmar o refutar sus deducciones. Es una mente
brillante. Y yo también al principio pensé que sería una psicópata
asesina o algo por el estilo, vos sabés bien de qué hablo. Pero
resultó ser la mujer más dulce del mundo, compañera, es esa mujer
con la que vos soñaste tantos años. Y además como podrás observar
está buena. Ah... no somos pareja. Si pareciera que cada uno está
enamorado del otro, pero no. Sentimos admiración profesional y
personal.
-Mentira. La verdad es que yo estoy loca
por él hace un montón pero el perejil este no se puede olvidar de
una maldita psicópata que lo está psicopateando hace casi un año.
-Bueno, tampoco es tan así.
-No nos vamos a poner a discutir ahora.
–Se notó un corte y un cambio de escena, estaban de nuevo los dos
sentados pero cambiados de lugar, y con un estado de ánimo distinto,
como divertidos.
-Seguimos. Lo que pasó es lo siguiente.
Entre tantas habilidades que tiene acá nuestro amigo Eduardo, una de
ellas es la combinación de conocimientos. También sabe de
psicología y neurología. Para hacerla corta, el asunto es que hoy
doce de noviembre terminó de preparar una droga, que según la
teoría, debería funcionar de la siguiente manera. Una vez que
tomemos las pastillas vamos a encender este interruptor, nos va a
mandar una descarga eléctrica mínima al cerebro. “
La imagen de Natacha mostró su nuca,
donde tenía un electrodo que estaba conectado a una cajita que tenía
en el bolsillo del pantalón. En la escena fuera del video Eduardo y
Natacha se miraron y encontraron en ellos el mismo dispositivo
conectado, como en el video.
-Este dispositivo, actuando en forma
conjunta con la droga que diseñé -siguió Eduardo con la
explicación -debería actuar como un juego de video, o realidad
virtual prediseñada, que se manifestaría dentro de sus mentes. Para
nosotros, ustedes, va a ser como si cada una de las cosas que ven y
pasan fueran totalmente reales, incluso esto que estamos haciendo
ahora lo vamos a olvidar, y vamos a olvidar que nos conocemos y todo
eso. Este efecto es temporal, porque estamos borrando para atrás,
pero para cuando se pase totalmente el efecto de la droga y
desconecten el aparato, de a poco van a ir recordando todo. Lo que es
muy importante en este momento es que no se olviden de todo lo que
pasaron mientras estuvieron soñando. El experimento consistía en
meternos en una realidad prediseñada con algunas circunstancias y
ver cómo actuaba cada uno. Y ver si en algún momento de lo que sea
que fuera pasando, volvíamos a encontrarnos. Y quién de los dos,
iba a quién.
-Está prediseñado que una de las
alternativas para que vaya Natacha sea la costa uruguaya, y yo al sur
pero también en la costa. También es un experimento que puede
servir para tratar estrés post traumático. Bueno todo eso lo vamos
a saber, cuando ustedes nos estemos viendo. Este experimento empieza
hoy 13 de noviembre a las cero hora. O sea, la noche del 12 al 13.
Debería durar el efecto aproximadamente veinte horas, y dentro de la
realidad virtual, no sabemos, eso depende de cada uno. Es un poco
loco, porque el efecto de las pastillas se termina en veinte horas, y
la realidad en la que van a estar insertos tiene un pre-diseño, pero
todo lo demás, va a ser decisión de ustedes, por lo que nosotros no
sabemos qué va a pasar, qué van a hacer, y si se van a encontrar o
no. Bueno eso es todo, desconéctense los aparatitos, y descansen. De
a poco van a recordar todo. Todo lo que vivieron en su fantasía no
se lo van a olvidar, por lo menos lo más importante. Una cosa,
acomódense como para dormir, porque el vodka está cargado, y en más
o menos media hora no se van a poder tener en pié. Mañana cuando se
despierten van a recordar todo, y ahí se van a tener que poner a
trabajar.
El video terminó allí. Desconectaron los
aparatitos que tenían. Se quedaron mirando por un rato. Alguna que
otra imagen del momento cuando grabaron el video llegaba a sus
mentes.
-Te acordás cuando cortamos. En esa parte
que hay una pausa, empezamos a pelear y después vos dijiste un
chiste y nos cagamos de risa. -Dijo Eduardo.
-Sí, algo me acuerdo, pero muy así.
–Natacha se levantó, pero se mareó y volvió a sentarse. -Guau,
creo que mejor nos vamos a acostar, porque estos dos hijos de puta
nos drogaron mal. Para mí la bruja es ella, él es un pobre...
-Un pobre pelotudo... claro...
Como pudieron se levantaron del sillón y
se fueron a acostar.
Un rayo de sol le pegaba justo en el ojo.
Se dio vuelta con cuidado porque no quería despertar a Eduardo.
Cuando el sol ya no estaba sobre su ojo lo abrió para ver cómo
estaba ubicada, no se acordaba de que lado de la cama estaba y quería
ver si tenía espacio. Pero no estaba en su cama, en su departamento,
y al lado de ella no había nadie.
Estaba en la reposera, afuera de su casa
en la playa, mirando el mar. Y a lo lejos se veía una columna de
humo. Confundida se levantó. Entró a la casa, y buscó alguna
huella del paso de Eduardo, pero se acordó del barco y salió de
nuevo. Dio algunas vueltas más, confundida, sin entender nada de lo
que estaba pasando. Se sentó de nuevo en la reposera para calmarse y
aquietar su mente. ¿Fue todo un sueño? Pero el humo. Miró de nuevo
al horizonte, ahí estaba la columna de humo. Fue a buscar los
binoculares y vio que era otro incendio como tantos que vio en el
transcurso de los días.
Evidentemente antes de quedarse dormida
logró ver el humo y soñó con eso. Se sintió triste y
profundamente sola. Todo fue producto de su inconsciente. A través
de un sueño dejó salir la sensación de soledad que hacía mucho
tiempo que sentía. Todos esos años era solamente preocuparse por
sobrevivir, sin tiempo para analizar lo que le pasaba por la cabeza,
ahora que se ponía todo más tranquilo y que entraba en una especie
de rutina, su cabeza dejaba salir lo que estaba pasándole. Se
levantó y fue a prepararse algo de comer. La invadía una sensación
rara, además del sueño, le faltaba algo. Sentía inquietud. Hasta
ese momento, no se cuestionaba lo que le tocaba vivir, era una
realidad absoluta, pero después de un sueño tan vívido, era como
que no podía saber a ciencia cierta si todo lo que le pasaba era
real. ¿Cómo saber si no estaba soñando? Se tocó la cabeza, en
dónde tenía puesto el electrodo. Y tenía un electrodo, el cable la
llevó a encontrar la cajita dentro del bolsillo de su pantalón.
Cuando se desconectó, se encontró de
nuevo en su departamento, pero estaba sola. Buscó en el cajón, la
cajita estaba, y adentro el pendrive. Lo conectó a la PC. En la
imagen aparecía sola. Y se escuchó.
-No sé si va a funcionar esto. Por cómo
intenté programar el dispositivo, si estás viendo esto significa
que algo falló, y estás mirando el video antes de tiempo. Sino
estarías mirando el otro video, el que está en la PC. Bueno, el
video anterior que viste con Eduardo explica todo el experimento.
Pero pasó que después de unos días de volver los dos a esta
realidad, hubo un accidente. Eduardo murió. En algunas horas vas a
recordar todo, y el dolor insoportable va a volver. Hay cinco
archivos en la carpeta. Programas que explican la programación que
hice, a ver si lo podes arreglar. Porque la única forma de
sobrevivir a tanto dolor es entrando a una realidad alternativa. Por
eso mi intento era volver a la casa de la playa pero en un momento
anterior a encontrarlo. No sé si va a servir de algo o no, pero no
sé qué más hacer. No puedo seguir viviendo así.
El video terminaba allí. Se fue a buscar
la botella de vodka, estaba el en freezer, el limón en la heladera,
y un vaso. Se preparó un trago, para dormir. Lo tomó tranquila. Y
se fue a acostar. Sintió que la sacudían. Era Eduardo, estaban en
su departamento. El departamento de él... ¿Pero cómo sabía que
era el departamento de él? Porque ella lo conocía, su mente empezó
a aclararse. Claro, ahora se acordaba, a Eduardo lo conoció hacia
unos meses, estaban saliendo y ella quería probar un ácido pero no
quería estar sola... Claro ahora estaba empezando a entender.
-¿Estás bien? -le preguntó él.
-Sí, creo que sí. ¿Cuánto ácido tomé?
¿Cuánto tiempo estuve alucinando? ¿Qué hice?
-Mirá, no sé si alucinaste algo porque
te quedaste dormida al toque, y eso que tomaste re poco, ya son más
de la una por eso te vine a despertar porque estaba preocupado.
¿Segura que te sentís bien?
-Sí, gracias, estoy bien. No sabes fue
reloco. Que superviaje que me pegué.
-Contáme, dale ¿Qué alucinaste?
-Te lo cuento, pero esperá porque esto lo
voy a escribir, es para un cuento de ciencia ficción. Voy a buscar
el grabador.
Salió de la habitación para buscar el
grabador y sintió la arena bajo sus pies y le caían gotas en la
cara. Parpadeó y estaba en la playa nuevamente. Estaba alucinando.
Todo fue una gran alucinación, y pasó de una a otra y volvía a la
realidad.
Caminó hasta la playa para mirar el
horizonte. No había ninguna columna de humo. Caminó hasta la casa
nuevamente, y se preparó la comida.
Evidentemente algo de lo que comió el día
anterior estaba haciéndole un efecto inesperado. Tendría que
revisar las plantas, no sea cosa que se hayan mezclado con algún
tipo de hierba alucinante.
Y ¿quién sería el Eduardo de su sueño?
No recordaba haber conocido a alguien así. Por un lado mejor porque
si lo hubiera conocido y después se hubiera muerto… no, mejor
pensar en otra cosa.
El virus.
Los primeros síntomas eran las
alucinaciones.
Cuando la idea golpeó con toda la fuerza
a su entendimiento, no pudo mantenerse en pie, quedó sentada en el
piso con la mirada perdida.
Mientras tanto, un barco se acercaba a la
costa.