Definición:

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El cuento fantástico es aquel que,
por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables,
hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural

y deja al lector sumido en la incertidumbre.

11 de octubre de 2014

Alucinando sueños del futuro

¿Tan aterrador puede ser, ver una columna de humo en el horizonte?
Si fueses el último habitante vivo del planeta... sería por lo menos inquietante.
Durante los años posteriores a las dos grandes guerras, cuando el miedo de que hagan estallar la bomba era nuevo, miles de relatos de ficción habían vaticinado este momento.
Con la llegada de los noventa a la Argentina, que en otros países fueron los ochenta, todo ese temor por el futuro incierto quedó tapado con una volátil capa de capitalismo en polvo. La cocaína era el símbolo del neoliberalismo, atrapaba con sus promesas de negocios rápidos muchas mentes hambrientas de éxito instantáneo, todos querían ser Dios, aunque más no fuese por el rato que duraría los efectos de una línea. El nuevo siglo, justo para el cambio del milenio o tal vez no, había teorías cruzadas al respecto, trajo consigo a la Argentina una gran crisis económica y social, crisis que a los países del primer mundo llegaría diez años después, cuando en este país ya habría sido superada. La crisis que estalló en Argentina en el 2001 tenía su correlato en distintos países del mundo, tanto en América Latina, como en Asia y África. Ante la inutilidad de las recetas del FMI, o cualquiera de los organismos internacionales que se dedicaban a hacer del mundo un lugar más justo para los ricos y poderosos, todos los países llamados en otras épocas del tercer mundo, tomaron la sabia decisión de unirse. Paralelamente a esta decisión, la economía de EEUU y de los países centrales comenzaba a transitar el camino que los llevaría a la crisis más terrible de todos los tiempos. Otro ciclo del capitalismo que se cumplía, aunque nadie sabía que era el último.
El sólo hecho de que los países de Latinoamérica se unieran, era un atentado al estatus quo de los grandes grupos económicos locales, y por supuesto contra los que dominaban el mundo. La guerra de baja intensidad se fue expandiendo por los distintos países de Latinoamérica, los cuales ante los intentos de golpes se unían y fortalecían cada vez más.
Cuando la crisis aumentó, los grandes poderes no toleraron que sus dadores de sangre se revelaran y lanzaron una guerra abierta. Nunca esperaron que les fuera tan mal en su intento de dominación como para que fuera necesario llegar al extremo que llegaron.
En otras épocas hubiera sido un ataque nuclear global que destruiría todo, dejando al planeta en un estado tal, que sería inhabitable por siglos, al menos por las formas de vida conocidas, si es que alguna de ellas hubiese sobrevivido.
Ya para la segunda década del nuevo milenio tenían desarrolladas armas de asesinato masivo, que no atacaban a plantas ni a animales, y tampoco destruían infraestructura. Los conocimientos del genoma humano fueron aprovechados al límite, para crear el arma perfectamente letal. Un virus.
Muy fácil imaginarse lo que sigue, al atacar a los supuestos enemigos no tuvieron en cuenta cosas tan básicas como que la tierra es tan redonda y una sola nomas.
De esta manera los virus se expandieron por todo el mundo matando a todos y cada uno de los seres humanos.
Excepto a uno, que estaba mirando una columna de humo en el horizonte. Hubiera sido de lo más normal... salvo que...
Continuamos. Para llegar hasta allí tuvo que ser el centro de una serie de casualidades que la ayudaron en primer término a sobrevivir al virus. Segundo, a lograr mantenerse con vida los primeros años que fueron los peores, y tercero llegar hasta allí, que desde el lugar dónde vivía eran como quinientos kilómetros.
¿Y cómo hizo? El primer conjunto de circunstancias, el que le permitió sobrevivir a la epidemia desatada por los grupos poderosos, comienza con una degustación de licores. La sobreviviente que de ahora en más llamaremos Natacha, quería elaborar un licor del estilo Benedictino, es decir a base de una selección de hierbas medicinales. Elaboró en principio cinco mezclas diferentes en las que combinaba distintas hierbas. Por una cuestión de simetrías, el plan era que cada licor estaría compuesto por tres hierbas que le darían un sabor base, y seis más que definirían la especificidad de cada licor. Desde hacía semanas venía probando con tandas de a cinco variedades, intercambiando las hierbas bases y probando cómo se complementaban con las otras. En definitiva, según el diario que llevaba a la fecha en que llegó al hospital, había probado aproximadamente setenta y cinco hierbas diferentes, combinándolas de todas las maneras posibles.
Difícil rearmar todo el trayecto herbal que la llevó a que, el día que le inyectaron el contraste radiactivo para hacerle una tomografía, se produjera en su organismo una mutación que en un principio casi la mata, pero que fue la responsable de que su vida no terminara en manos del virus que asesinó a toda la humanidad.
Esa mezcla de hierbas sufrió una mutación al ser expuesta a la radiación del contraste. Su sistema inmune, ya alterado por esta mutación, al ser expuesto a la radiación del tomógrafo lanzó ataques indiscriminados contra todo organismo ajeno al cuerpo.
Como unos días antes de la internación Natacha estuvo en una manifestación que exigía la libertad de unos miembros de la Unasur, secuestrados por un grupo de fuerzas de élite del ejército argentino, aspiró parte de los gases lacrimógenos que venían cargados con el virus fatal. El virus estaba diseñado para atacar el organismo de forma muy lenta y gradual, así tenía el tiempo suficiente para contagiar a la mayor cantidad posible de personas. Estaba ideado como esos cebos que hacen que una cucaracha coma del veneno y vaya al nido a infectar a toda su colonia.
Así fue que, una vez que lograron que dejaran en libertad a todos los miembros de la Unasur, debido a la masividad de los reclamos que se produjeron por todo el continente, Natacha volvió a su casa, y aunque todo el mundo estaba atento, porque sabían que las cosas no quedarían así, volvió a su rutina diaria.
Entre las cuestiones que ya tenía programadas estaba una visita al Hospital para hacerse una tomografía para desechar un posible tumor cerebral. Al ser inyectada con el contraste radioactivo, en combinación con las hierbas ingeridas y con la radiación del tomógrafo, su cuerpo se transformó en un asesino de todo elemento ajeno al mismo.
Así fue que destruyó el tumor cerebral y a la vez pudo combatir el virus. Nadie se dio cuenta de lo que pasó porque cuando encendieron el tomógrafo empezó a convulsionar, tuvieron que sacarla de urgencia y quedó en coma por tres días.
Cuando despertó no se acordaba muy bien lo que había pasado, los médicos asombrados la examinaron de punta a punta, le hicieron todos los análisis posibles pero no encontraron nada fuera de lo normal, con una palmada en el hombro le dieron el alta, recomendándole que ante cualquier malestar volviera, no tenían la más pálida idea de lo que le pasó.
Luego de la internación y de los sucesos que conmovieron al continente, la calma fue instalándose entre las personas y en Natacha, hasta que tres meses después del intento de secuestro apareció el primer enfermo. Los primeros síntomas eran alucinaciones, después complicaciones respiratorias por lo que necesitaban internación. Luego desmejoraban tan rápidamente que a las pocas horas de entrar al hospital morían.
De allí en más fue todo un caos.
Como estaba previsto por los diseminadores del virus, toda persona que estuvo en contacto con los que aspiraron los gases el fatídico día se contagió del virus, y a su vez contagiaron a todas las personas en contacto con ellos, que a su vez...
Cuando el primer caso apareció en los países centrales la cosa se complicó para los iniciadores, sabían que al aparecer el primer muerto éste ya habría contagiado a tantos que iba a ser imposible contener nada. Pero se quedaron tranquilos porque creían tener el antídoto que, en previsión de algo así, ya habían repartido como un refuerzo vitamínico a todas las personas que ellos pensaban que serían útiles.
Gran conmoción sufrieron estos genios, cuando uno de los ideólogos murió en el hospital atacado por el virus, que, debido a circunstancias totalmente desconocidas, mutó, y se hizo resistente al antídoto.
En el lapso de cuatro meses la población del mundo se extinguió, quedando viva solamente Natacha.
Tardó unas cuantas semanas hasta tomar verdadera conciencia de la situación en la que estaba. Después de que había visto morir a todos sus seres queridos se encerró en su casa y no quería saber nada de nadie, estaba totalmente desconsolada, porque además de su familia, uno a uno se fueron muriendo sus amigos y conocidos. No sabía la magnitud de lo que ocurría, porque ni siquiera se molestaba en mirar tele o escuchar radio. Cuando una noche se cortó la luz, se fue a dormir, pero al ver que al otro día tampoco había luz, quiso llamar por teléfono a la compañía de electricidad, pero no andaba el teléfono. Encendió una radio a pila, y no había ninguna emisora al aire. Salió a la calle, y se dio cuenta de que no había nadie. La desesperación se apoderó de ella, por supuesto no podía conectarse a Internet, no había forma de nada. Esos primeros días de tomar conciencia de que era la única persona viva en quién sabe cuántos kilómetros a la redonda, o inclusive la única en el mundo, fueron terribles. Básicamente se pasó cuatro días borracha, hasta que cayó en una inconsciencia que le duró dos días, con pequeños lapsos de lucidez.
Después de dormir lo suficiente para que se le pasara toda resaca, se despertó pensando que si no había nadie más, podría vivir dónde quisiera y cómo quisiera.
La idea de a poco fue acomodándose en su cerebro, y tomando forma, hasta que se encontró lápiz y papel en mano haciendo una lista de las cosas que necesitaría.
Le tomó un par de semanas hasta que encontró la casa especial para pasar lo que le quedara de vida. Era en la costa uruguaya, había una casa enorme, de principios del siglo pasado, con todas las comodidades para guardar todo lo que debería llevar y lo suficientemente lejos de las ciudades como para que no llegara la pestilencia. La conoció durante unas vacaciones, de pasada.
Una vez elegido el lugar, se trasladó, se instaló y empezó a juntar todo lo necesario. En una de sus visitas a la ciudad para proveerse de cosas notó algo escalofriante. Jaurías de perros, que liberados de sus dueños atacaban a lo que se les cruzaba. Por suerte ella iba en auto, porque de no ser así la hubieran matado.
Ese fue el problema más grave que tuvo que superar. Los animales antes domésticos se volvieron salvajes a niveles más extremos que cualquier bestia. Para transportarse Natacha se consiguió un camión híbrido, y de allí en más fue cargando todo lo necesario. Por suerte tenía ciertos conocimientos técnicos que le ayudaron a juntar todo lo que le sería útil, incluidos libros de texto, planos, herramientas y repuestos para tener en su casa electricidad, y poder seguir teniendo ciertas comodidades. Paneles solares, baterías, y un sistema que utilizaba el movimiento del mar para generar electricidad fue el primer paso. A medida que aprendía, las cosas se facilitaban.
Pasados los años las ciudades ya no eran tan peligrosas porque las jaurías migraron en busca de otros sitios. Con el tiempo, y sin la influencia de la mano del hombre, la naturaleza fue recuperando su propio equilibrio, ya las jaurías se habían readaptado y no eran mucho más peligrosas que otros animales.
Una mañana, después de pasados cinco largos años desde que se había iniciado todo, y cuando Natacha se sentía tranquila de que las cosas estaban en orden nuevamente, salió al patio a respirar el aire puro y se sentó en una reposera mirando el mar.
Se levantó de golpe, la sorprendió ver en la lejanía una columna de humo, no era como los incendios que ya había visto en muchas oportunidades. Buscó los binoculares, excelente aparato que rescató de un negocio especializado, y los enfocó en el horizonte. Era en la costa de Buenos Aires en donde aparentemente nacía el humo.
Ir por tierra era prácticamente imposible, no había forma de reabastecer combustible en el trayecto y los caminos estaban en un estado desastroso. Previendo esto, hacía dos años que había conseguido un barquito, un velero, y fue adaptando con mucho trabajo el motor para hacerlo eléctrico, montándole paneles solares para cargar las baterías que lo harían funcionar. Antes de organizar la excursión, vigiló durante todo el día el humo, y ya por la noche salió con una linterna superpotente con la que empezó a hacer señas para tratar de entablar una comunicación. No hubo ningún tipo de respuesta. Lo único que le permitía la noche era observar una tenue luz, que debería ser el origen del humo.
Mientras preparaba todo lo necesario para iniciar el viaje, pensaba. Hacía más de cinco años que estaba sola, y de alguna manera estaba adaptada a esa sensación. En un principio la posibilidad de encontrar a otra persona la entusiasmaba, pero a medida que trataba de imaginar quién podría ser esa persona, o cómo podría ser, su entusiasmo fue decayendo. Las posibilidades eran infinitas, y dentro de ellas había muchas de que esa persona fuera desagradable, por algún motivo. A medida que las tareas que tenía que realizar como preparativo para el viaje, se iban cumpliendo, tardaba más tiempo en realizarlas. Miraba, probaba, volvía a mirar, volvía a probar, deshacía, probaba de otra manera, y volvía a la primera forma, y así.
En un momento se preguntó ¿por qué debería ir ella hacia esa supuesta persona? Si ella podía ver el humo, quién estaba del otro lado podría verla a ella también, y si no se acercaba o no intentaba algún tipo de comunicación sería porque no quería. O porque no la podía ver, sino la podía ver es porque era alguien ciego. Dio más vueltas por un par de días, hasta que no le quedaban más excusas. Pero un acontecimiento, no tan inesperado, tomó la decisión por ella.
Una noche que a través de los binoculares vigilaba la pequeña luz, notó que otra luz a la misma altura de la anterior se movía. Siguió vigilándola casi toda la noche, hasta que no le quedaron dudas de que se acercaba. Hizo una marca en el cristal de la ventana para saber por donde estaba, así iba a poder calcular aproximadamente cuanto avanzaba. A la noche siguiente pudo comprobar que avanzaba despacio, no era tan rápido como se esperaba, seguramente se trataba de una embarcación a vela. Durante el día siguiente observó, y pudo localizar el pequeño punto, tenía razón, era una embarcación a vela, que ese día con viento a favor avanzaba más rápido.
Cada día lo primero que hacía era vigilar al posible visitante. Esa noche se armó de valor y empezó a hacer señales con la linterna, no sabía código Morse, pero prendía y apagaba la linterna con un ritmo igual en cada intento. Empezó a hacerlo espaciado. Hacía un intento, paraba unos minutos, volvía a intentarlo y así. Hasta que recibió respuesta. Podía ver que la luz del horizonte parpadeaba con el mismo ritmo que la de ella. Bueno, pensó, evidentemente es una forma de vida que posee cierta inteligencia.
A la mañana siguiente, ya estaba más cerca, y pudo distinguir el barco. Se estaba poniendo nerviosa porque no sabía cómo era quién venía a visitarla, y eso no le gustaba mucho. Se dio cuenta que las noches siguientes de notar que la luz avanzaba, la primera luz que se mantenía en la costa ya no se veía, eso implicaba que quién venía en el bote no había dejado a nadie en tierra, o era alguien solo, o todos los sobrevivientes venían en el bote. Pensar en más de una persona que venía hacia su casa le resultó un tanto incómodo.
A la mañana siguiente ya podía distinguir bien el bote, y pudo comprobar que desde la cubierta, alguien saludaba con unos binoculares delante de los ojos. Tardó por lo menos tres horas más en llegar, por lo que calculó que estaba bastante más al sur de lo que ella se imaginó en un principio.
El bote llegó hasta donde se lo permitió la profundidad de la costa, y de allí en más el tripulante, uno solo, se fue acercando en un pequeño bote de remos.
Natacha pensó que el fin del mundo, al final le trajo suerte de alguna manera, porque por lo que pudo ver era un hombre y estaba bien fuerte. Hombros anchos, alto. Un lejos interesante. Se sorprendió retándose a si misma, era una persona viva, y ella todavía tenía grabada a fuego en su inconsciente la dictadura de la imagen, qué estúpida, al primer contacto con alguien y el mandato social volvía a tener la misma fuerza que tuvo siempre.
Faltaban sólo veinte metros para que llegara a la costa y Natacha estaba con los colmillos a la mitad de la barbilla. Sacudió la cabeza para sacarse esas ideas de la mente y se acercó a la playa. No era tan tonta, tomó la precaución de tener bajo su abrigo, un arma cargada. No sabía con quién podía encontrarse. Finalmente llegó el bote a la costa, se metió al agua, y ayudó a acercar el bote.
-Hola, bienvenido. -dijo llevando su mano al arma.
-Hola. Esto es un milagro, pensé que no quedaba nadie vivo.
Notó en su cara alivio más que otra cosa, y un poco se relajó. Parecía alguien común. Pero no tenía confianza.
-¿Estás armado?
Él se sorprendió ante la pregunta y sintió un poco de miedo, no pensó que podía ser una amenaza lo que él creía un milagro.
-No. No pensé que… digo no queda nadie vivo. Venir a matar a la única persona que queda...
-No, es verdad, pero nunca se sabe.
Amarraron el bote a un tronco. Y Natacha lo invitó a pasar. Estaba bastante frío.
-Perdón, parece que con tanto tiempo de soledad perdí mis buenas costumbres, me llamo Natacha.
-Yo me llamo Eduardo, perdón, yo también perdí mis modales. Pero es que esto es tan... no sé... creo que todavía no me recupero de estar tanto tiempo solo. Todo fue muy loco y cuando me instalé, ya resignado a pasar solo el resto de mi vida, vi la luz de tu casa, y fue toda una conmoción. No sabía qué hacer si venir para acá o no. Y ...
-Si, a mí me pasó lo mismo, hasta empecé a prepararme para ir, pero tampoco sabía.
Era un momento muy raro, incómodo, pero feliz y ninguno de los dos sabía cómo hacer o qué hacer, pero el hombre es un animal social, no puede vivir solo. Toda la angustia, soledad y desesperación de los últimos años se agolparon en la garganta de ambos y casi sin darse cuenta se abrazaron.
Fue un abrazo de resucitación. Poder hablar con alguien, poder estar con alguien, ya no era ninguno de los dos el único sobreviviente. Lloraron, rieron, toda la presión acumulada estalló. Pasaron varios minutos hasta que pudieron reponerse y ya más tranquilos se sentaron a la mesa.
Natacha trajo una botella de whisky, sirvió dos vasos abundantes, y le alcanzó uno a Eduardo. Brindaron y bebieron. Eso ayudó a aflojar un poco más la tensión. Eduardo sacó un paquete de cigarrillos y le convidó a Natacha.
-No puedo creer que tengas cigarrillos. A mí se me terminaron hace un año, y no conseguí más.
-Asalté un mayorista y tengo acumuladas varias cajas, pensé que si me quedaba sin puchos me pegaba un tiro. Cada vez que llegué a una ciudad a buscar cosas lo primero que hice fue recolectar cigarrillos, tuve suerte, en una de las ciudades a dónde fui estaba la fábrica de Nobleza Picardo, otro día encontré la de Massalin Particulares, fumo negros pero en este tiempo le encontré la gracia también a los rubios.
-¿Y cómo sobreviviste? digo, no te contagiaste.
-La verdad no sé bien por qué no me contagié, lo único que parece ser posible es un accidente de trabajo que tuve. Trabajaba en la CNEA, soy Físico, el problema fue mientras manipulaba unos contenedores de semillas de iodo y me irradié. Estuve internado y caí en coma, pero pasaron dos o tres días y me empecé a recuperar, salí del coma y mejoraba cada día más. Me hicieron toda clase de estudios y estaba mejor que cualquiera, ahí fue que empezó a caer gente infectada, no tenían lugar para mantenerme y hacerme más pruebas, me dieron el alta y me dijeron que cuando pasara el kilombo vuelva a hacerme más pruebas, pero hasta lo que ellos pudieron ver yo estaba en perfectas condiciones. Me fui a mi casa, y ahí empezaron a morirse todos. Los primero días no sabía qué hacer, tenía miedo de contagiarme, después me estaba quedando solo y quería contagiarme, pero no pude. Después que se murieron todos tuve un intento de suicidio, pero salió mal y pensé que mejor me la bancaba, porque si intentaba otra cosa, al no ser mi hora no me iba a morir, y había muchas posibilidades de quedar arruinado. Y bueno, qué sé yo, uno se acostumbra a todo, empecé a pensar qué hacer. Me acordé de la casa de la playa, era de unos amigos, estaba en un buen lugar. Junté todo lo que podía necesitar y me fui a instalar, después cada tanto, mientras se pudo, volví a las ciudades a buscar víveres y cosas, me fui acomodando, hasta que una noche vi la luz de tu casa, y acá estoy.
-Guau... esto es increíble... escuchar hablar a alguien que no soy yo.
-¿Y vos cómo sobreviviste?
-Algo parecido a lo que te pasó a vos.
Le contó toda su historia, por lo menos la parte que ella entendía que tenía que ver con que no se hubiera contagiado, la parte de los licores no la tuvo en cuenta, pero le relató todo el resto hasta el día que vio la columna de humo.
Hablaron por horas, nunca antes se hubieran imaginado como extrañaban el hecho de poder hablar con otra persona.
Lo que ninguno de los dos notaba en ese momento era que hablaban y se entendían. Tanto tiempo habían pasado solos que no podían discernir ese hecho que en otros momentos era tan importante. Porque tuvieron suerte, los dos, las únicas dos personas que quedaron vivas en el mundo entero eran compatibles, tenían cosas en común y la principal era la capacidad de sentir empatía por el otro.
Ya entrada la noche, salieron a la playa a mirar la luna. Era una noche de luna llena espectacular, a Natacha le gustaba ver el reflejo de la luna en el mar y la arena. Todo se teñía de plateado y el espectáculo era realmente hermoso. Caminaron un poco por la playa, Eduardo se detuvo a levantar un caracol. Cuando se lo iba a mostrar a Natacha se quedó helado.
-¿Qué pasa? -la cara de Natacha tenía un gesto de susto que también logró asustarlo a él.
-Mirá. -le dijo señalando hacia el sur.
Una luz, otra, millones de luces como si fuera una ciudad iluminaban la noche, a quien sabe cuantos kilómetros. Y a lo largo de la costa, distintas luces. Era como si de repente todas las luces que existían antes hubieran vuelto a la vida.
-¿Cómo puede ser? -preguntó Natacha. Por un momento miró con sospecha a Eduardo. -Vos... casualmente llegaste hoy, y ahora pasa esto.
-Pero... ¿Qué querés decir? Yo podría pensar que justo que... mirá la verdad no sé qué pasa. Yo no sé. Tenemos que tratar de averiguar qué pasa en vez de ponernos paranoicos.
-Sí. Tenés razón. -dijo Natacha, pero en el fondo le quedó plantada la duda. -Tengo una radio, voy a ver si hay alguna transmisión.
Entraron a la casa, Natacha encendió la radio y empezó a girar el dial. Lo más loco de todo fue que automáticamente empezó a sintonizar distintas emisoras, música en algunas, publicidad en otras, personas hablando normalmente como si nunca hubiese pasado nada. Se miraron los dos sin entender.
-Por acá había un televisor. -Natacha se fue a un cuarto que tenía de depósito. -Vení, ayudame que pesa.
Llevaron el televisor al living, lo pusieron sobre una mesa y prepararon una antena con unos alambres. Cuando lo encendieron, giraron el sintonizador y lograron captar un canal de aire brasilero, no entendían mucho pero era un programa de preguntas y respuestas.
-Tenemos que ver si hay electricidad. No entiendo que está pasando pero creo que primero tenemos que entender el alcance de esto y después vemos qué hacemos. -Natacha salió de la casa y se fue hasta un poste que estaba atrás, verificó las conexiones. Eduardo la siguió.
- ¿Querés que te ayude?
-¿Entendés algo de electricidad?
-Sí, acordate que soy Físico.
-Cierto. Mirá, allá en la casita esa está todo el sistema de almacenamiento eléctrico de la casa, fijate que hay un interruptor en la pared, bajalo y yo conecto éste.
Eduardo caminó hasta la casita, entró y desapareció por un instante, luego se cortó la luz que había. En ese momento Natacha conectó, y todas las luces se encendieron, incluso algunas que ella no sabía que estaban.
-Esta es la entrada de tensión de línea. La electricidad que provee la compañía eléctrica, entendés.
-O sea, que... ¿Tenías alguna conexión a Internet acá?
-Tengo la computadora, y había una conexión, nunca la saqué porque tenía esperanzas de quién sabe qué carajos.
Entraron a la casa, encendieron la computadora. Entraron a la página de un diario, miraron la fecha.
-No puede ser. -Lo dijeron a coro.
-¿Vos te acordás qué día era cuando secuestraron a los representantes de la Unasur? Catorce de febrero, de hace cinco años atrás. Según el diario hoy es catorce de noviembre del año anterior. -Dijo Natacha.
-Me acuerdo de esa fecha porque era el día de los enamorados, y mi novia me hizo un escándalo terrible porque me olvidé de eso, yo estaba como loco por lo del secuestro, me fui a la manifestación, y llegué a cualquier hora.
-A ver, acá tiene que haber algún error.
Natacha comenzó a pasar por distintas páginas, todas decían la misma fecha.
-Bueno, esto es una locura, digo, estamos navegando por la red, usando alimentación de línea cuando hasta hace una hora éramos los únicos seres humanos vivos del planeta. ¿A ver?
Entró a una página de mensajería instantánea, y vio a algunos de sus contactos en línea. Saludó a una de sus amigas, ésta le contestó y le preguntó por dónde andaba. Habló un instante con su amiga de nada en particular, tanteando para ver si había pasado algo, pero por las respuestas de su amiga se dio cuenta de que era todo tan normal como hacía cinco años atrás.
-¿Querés conectarte vos? -Eduardo se sentó a la máquina.
-Voy a meterme adentro de tu máquina para ver el reloj interno qué hizo y qué dice.
-Está bien. Fijate.
-Va a parecer que se... vos no te preocupes no se va a perder nada de información.
Entró por el DOS y empezó a teclear comandos desconocidos, Natacha pudo deducir que estaba revisando distintas direcciones de memoria. Cuando empezó a encontrar lo que buscaba, Eduardo empezó a detallar, más para si mismo, pero también para Natacha.
-Según la BIOS, el procesador comenzó a funcionar en esta fecha, ¿ves? Si voy a mirar acá puedo ver la cantidad de años que pasaron desde ese momento, en este registro. Bien. Quince años. La computadora tampoco registró estos cinco años.
-No puede ser. A ver dejame ver, yo tengo archivos que escribí antes de ayer.
Buscó en el explorador de archivos y si, los nombres de los archivos estaban, pero la fecha que tenían coincidía con las de la BIOS y las de los diarios. Tan concentrados estaban en la pantalla de la computadora que el bocinazo que escucharon los hizo saltar mal.
Al mirar a su alrededor se encontraron con que ya no estaban más en la casa de la playa uruguaya sino en el departamento de Natacha, con la televisión y la radio encendidas. Afuera se escuchaba el ruido del tráfico y el movimiento de la ciudad. Los dos se quedaron helados mirándose. El sonido del teléfono los sacó a los dos del trance. Natacha caminó hacia el aparato, con miedo, ya no sabía qué más podría pasarles. Atendió, se llevó el tubo a la oreja y escuchó la voz de su mejor amiga.
-Hola, Natacha, escuchame y no preguntes. Tenés que agarrar el pendrive que tenés en una cajita, adentro del cajón que está en el escritorio de la PC, conectalo a la máquina y mirá el video. Después hablamos. -Y cortó.
-Hola, no cortes. Hola...
Fue hasta el escritorio, encontró la cajita y sacó el pendrive. Lo insertó en la entrada correspondiente y buscó el archivo. Puso reproducir y los dos se sentaron para ver qué decía. De golpe Natacha se levantó y lo paró.
-No, pará. Mejor voy a buscar algo fuerte, porque esto ya está poniéndose muy loco y quién sabe qué vamos a escuchar ahora. Además, si estamos acá tengo una heladera con algo fresco.
Fue hasta la cocina. Y volvió con una bandeja, dos vasos, una botella y jugo de limón.
-Vodka con limón ¿te va?
-Sí, perfecto.
Prepararon los tragos.
-Bueno, listos. -Natacha volvió a darle play al video.
Se sentaron muy derechitos, uno al lado del otro, en una mano tenían el vaso, y las otras dos manos se juntaron solas, como si tuvieran vida propia. El video era casi una copia de la escena, ellos dos sentados en el sillón con una copa en la mano y tomados de la otra. Empezaba a hablar Natacha.
Primero nos aconsejo que se preparen unos buenos tragos, seguro te acordás que en el freezer hay una botella de vodka, hay limón en la heladera, y bueno, el resto ya sabés. Te, nos digo esto, porque no sé en qué estado van a estar cuando estemos mirando esto. Dale pausa. Yo sigo, porque si siguen siendo los mismos que somos ahora seguro que lo primero que hicieron antes de empezar a mirar el video fue eso. Bueno, el tema es así. Se dirigió al Eduardo que estaba al lado de ella. -Primero me cuento yo quién sos vos y después te contás vos quién soy yo ¿te parece? Yo sé cómo hablar conmigo para entenderme.
-Bueno dale.
-Bien. Natacha, ese que está al lado tuyo es Eduardo. Es un científico loco básicamente. Estudio Física e Ingeniería Electrónica y Química entre otras cosas, eso en la Universidad y después de forma autodidacta quién sabe qué más. Cuando lo conocí me sorprendió porque sabía muchísimas más cosas que yo, aparte en profundidad. Como te podrás imaginar cuando conocí alguien con ese cerebro me quedé patitiesa, pero como siempre me imagino lo peor pensé que sería un ególatra gusano egoísta y qué sé yo... Pero otra vez me sorprendió y resulta ser que es el hombre perfecto. Pero... siempre hay un pero. Con el pero sigo después ahora él te tiene que presentar a vos a él. Digo que él se tiene que decir a él quién sos vos. ¿Quedó claro así?
-Sí, igual vamos a entender. O no sé, creo que de cualquier manera en este momento que nos estamos viendo y escuchando no vamos a entender nada. Bueno me toca a mí. Eduardo, esta que está acá, y que está ahí a lado tuyo, es Natacha. Está un poco loca, pero bien. Quiero decir, no entra en ningún molde. Tiene la capacidad de no dejar que su mente sea limitada por nada ni por nadie, es muy inteligente y sabe usar esa inteligencia. Tiene conocimientos de muchas cosas, más que yo, aunque como ella dijo, yo profundizo en cada cosa. Ella lo que no sabe lo deduce y después busca, para confirmar o refutar sus deducciones. Es una mente brillante. Y yo también al principio pensé que sería una psicópata asesina o algo por el estilo, vos sabés bien de qué hablo. Pero resultó ser la mujer más dulce del mundo, compañera, es esa mujer con la que vos soñaste tantos años. Y además como podrás observar está buena. Ah... no somos pareja. Si pareciera que cada uno está enamorado del otro, pero no. Sentimos admiración profesional y personal.
-Mentira. La verdad es que yo estoy loca por él hace un montón pero el perejil este no se puede olvidar de una maldita psicópata que lo está psicopateando hace casi un año.
-Bueno, tampoco es tan así.
-No nos vamos a poner a discutir ahora. –Se notó un corte y un cambio de escena, estaban de nuevo los dos sentados pero cambiados de lugar, y con un estado de ánimo distinto, como divertidos.
-Seguimos. Lo que pasó es lo siguiente. Entre tantas habilidades que tiene acá nuestro amigo Eduardo, una de ellas es la combinación de conocimientos. También sabe de psicología y neurología. Para hacerla corta, el asunto es que hoy doce de noviembre terminó de preparar una droga, que según la teoría, debería funcionar de la siguiente manera. Una vez que tomemos las pastillas vamos a encender este interruptor, nos va a mandar una descarga eléctrica mínima al cerebro. “
La imagen de Natacha mostró su nuca, donde tenía un electrodo que estaba conectado a una cajita que tenía en el bolsillo del pantalón. En la escena fuera del video Eduardo y Natacha se miraron y encontraron en ellos el mismo dispositivo conectado, como en el video.
-Este dispositivo, actuando en forma conjunta con la droga que diseñé -siguió Eduardo con la explicación -debería actuar como un juego de video, o realidad virtual prediseñada, que se manifestaría dentro de sus mentes. Para nosotros, ustedes, va a ser como si cada una de las cosas que ven y pasan fueran totalmente reales, incluso esto que estamos haciendo ahora lo vamos a olvidar, y vamos a olvidar que nos conocemos y todo eso. Este efecto es temporal, porque estamos borrando para atrás, pero para cuando se pase totalmente el efecto de la droga y desconecten el aparato, de a poco van a ir recordando todo. Lo que es muy importante en este momento es que no se olviden de todo lo que pasaron mientras estuvieron soñando. El experimento consistía en meternos en una realidad prediseñada con algunas circunstancias y ver cómo actuaba cada uno. Y ver si en algún momento de lo que sea que fuera pasando, volvíamos a encontrarnos. Y quién de los dos, iba a quién.
-Está prediseñado que una de las alternativas para que vaya Natacha sea la costa uruguaya, y yo al sur pero también en la costa. También es un experimento que puede servir para tratar estrés post traumático. Bueno todo eso lo vamos a saber, cuando ustedes nos estemos viendo. Este experimento empieza hoy 13 de noviembre a las cero hora. O sea, la noche del 12 al 13. Debería durar el efecto aproximadamente veinte horas, y dentro de la realidad virtual, no sabemos, eso depende de cada uno. Es un poco loco, porque el efecto de las pastillas se termina en veinte horas, y la realidad en la que van a estar insertos tiene un pre-diseño, pero todo lo demás, va a ser decisión de ustedes, por lo que nosotros no sabemos qué va a pasar, qué van a hacer, y si se van a encontrar o no. Bueno eso es todo, desconéctense los aparatitos, y descansen. De a poco van a recordar todo. Todo lo que vivieron en su fantasía no se lo van a olvidar, por lo menos lo más importante. Una cosa, acomódense como para dormir, porque el vodka está cargado, y en más o menos media hora no se van a poder tener en pié. Mañana cuando se despierten van a recordar todo, y ahí se van a tener que poner a trabajar.
El video terminó allí. Desconectaron los aparatitos que tenían. Se quedaron mirando por un rato. Alguna que otra imagen del momento cuando grabaron el video llegaba a sus mentes.
-Te acordás cuando cortamos. En esa parte que hay una pausa, empezamos a pelear y después vos dijiste un chiste y nos cagamos de risa. -Dijo Eduardo.
-Sí, algo me acuerdo, pero muy así. –Natacha se levantó, pero se mareó y volvió a sentarse. -Guau, creo que mejor nos vamos a acostar, porque estos dos hijos de puta nos drogaron mal. Para mí la bruja es ella, él es un pobre...
-Un pobre pelotudo... claro...
Como pudieron se levantaron del sillón y se fueron a acostar.
Un rayo de sol le pegaba justo en el ojo. Se dio vuelta con cuidado porque no quería despertar a Eduardo. Cuando el sol ya no estaba sobre su ojo lo abrió para ver cómo estaba ubicada, no se acordaba de que lado de la cama estaba y quería ver si tenía espacio. Pero no estaba en su cama, en su departamento, y al lado de ella no había nadie.
Estaba en la reposera, afuera de su casa en la playa, mirando el mar. Y a lo lejos se veía una columna de humo. Confundida se levantó. Entró a la casa, y buscó alguna huella del paso de Eduardo, pero se acordó del barco y salió de nuevo. Dio algunas vueltas más, confundida, sin entender nada de lo que estaba pasando. Se sentó de nuevo en la reposera para calmarse y aquietar su mente. ¿Fue todo un sueño? Pero el humo. Miró de nuevo al horizonte, ahí estaba la columna de humo. Fue a buscar los binoculares y vio que era otro incendio como tantos que vio en el transcurso de los días.
Evidentemente antes de quedarse dormida logró ver el humo y soñó con eso. Se sintió triste y profundamente sola. Todo fue producto de su inconsciente. A través de un sueño dejó salir la sensación de soledad que hacía mucho tiempo que sentía. Todos esos años era solamente preocuparse por sobrevivir, sin tiempo para analizar lo que le pasaba por la cabeza, ahora que se ponía todo más tranquilo y que entraba en una especie de rutina, su cabeza dejaba salir lo que estaba pasándole. Se levantó y fue a prepararse algo de comer. La invadía una sensación rara, además del sueño, le faltaba algo. Sentía inquietud. Hasta ese momento, no se cuestionaba lo que le tocaba vivir, era una realidad absoluta, pero después de un sueño tan vívido, era como que no podía saber a ciencia cierta si todo lo que le pasaba era real. ¿Cómo saber si no estaba soñando? Se tocó la cabeza, en dónde tenía puesto el electrodo. Y tenía un electrodo, el cable la llevó a encontrar la cajita dentro del bolsillo de su pantalón.
Cuando se desconectó, se encontró de nuevo en su departamento, pero estaba sola. Buscó en el cajón, la cajita estaba, y adentro el pendrive. Lo conectó a la PC. En la imagen aparecía sola. Y se escuchó.
-No sé si va a funcionar esto. Por cómo intenté programar el dispositivo, si estás viendo esto significa que algo falló, y estás mirando el video antes de tiempo. Sino estarías mirando el otro video, el que está en la PC. Bueno, el video anterior que viste con Eduardo explica todo el experimento. Pero pasó que después de unos días de volver los dos a esta realidad, hubo un accidente. Eduardo murió. En algunas horas vas a recordar todo, y el dolor insoportable va a volver. Hay cinco archivos en la carpeta. Programas que explican la programación que hice, a ver si lo podes arreglar. Porque la única forma de sobrevivir a tanto dolor es entrando a una realidad alternativa. Por eso mi intento era volver a la casa de la playa pero en un momento anterior a encontrarlo. No sé si va a servir de algo o no, pero no sé qué más hacer. No puedo seguir viviendo así.
El video terminaba allí. Se fue a buscar la botella de vodka, estaba el en freezer, el limón en la heladera, y un vaso. Se preparó un trago, para dormir. Lo tomó tranquila. Y se fue a acostar. Sintió que la sacudían. Era Eduardo, estaban en su departamento. El departamento de él... ¿Pero cómo sabía que era el departamento de él? Porque ella lo conocía, su mente empezó a aclararse. Claro, ahora se acordaba, a Eduardo lo conoció hacia unos meses, estaban saliendo y ella quería probar un ácido pero no quería estar sola... Claro ahora estaba empezando a entender.
-¿Estás bien? -le preguntó él.
-Sí, creo que sí. ¿Cuánto ácido tomé? ¿Cuánto tiempo estuve alucinando? ¿Qué hice?
-Mirá, no sé si alucinaste algo porque te quedaste dormida al toque, y eso que tomaste re poco, ya son más de la una por eso te vine a despertar porque estaba preocupado. ¿Segura que te sentís bien?
-Sí, gracias, estoy bien. No sabes fue reloco. Que superviaje que me pegué.
-Contáme, dale ¿Qué alucinaste?
-Te lo cuento, pero esperá porque esto lo voy a escribir, es para un cuento de ciencia ficción. Voy a buscar el grabador.
Salió de la habitación para buscar el grabador y sintió la arena bajo sus pies y le caían gotas en la cara. Parpadeó y estaba en la playa nuevamente. Estaba alucinando. Todo fue una gran alucinación, y pasó de una a otra y volvía a la realidad.
Caminó hasta la playa para mirar el horizonte. No había ninguna columna de humo. Caminó hasta la casa nuevamente, y se preparó la comida.
Evidentemente algo de lo que comió el día anterior estaba haciéndole un efecto inesperado. Tendría que revisar las plantas, no sea cosa que se hayan mezclado con algún tipo de hierba alucinante.
Y ¿quién sería el Eduardo de su sueño? No recordaba haber conocido a alguien así. Por un lado mejor porque si lo hubiera conocido y después se hubiera muerto… no, mejor pensar en otra cosa.
El virus.
Los primeros síntomas eran las alucinaciones.
Cuando la idea golpeó con toda la fuerza a su entendimiento, no pudo mantenerse en pie, quedó sentada en el piso con la mirada perdida.
Mientras tanto, un barco se acercaba a la costa.