Definición:

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El cuento fantástico es aquel que,
por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables,
hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural

y deja al lector sumido en la incertidumbre.

2 de julio de 2011

Soporpatos


Despertaba, otra vez, con ese mismo sentir pesado de somnolencia. Era otro intento por escapar. Por apenas unos minutos recobraba la lucidez necesaria, pero al cabo, empezaba a sentir el sopor.
Como pudo miró alrededor para reconocer la misma prisión que la retenía desde hacía tanto tiempo.
Se recostó sobre la espalda mirando el techo, para repasar sus posibilidades, esta vez estaba cansada y no quería gastar fuerzas en las imposibilidades de siempre. Sus opciones seguían siendo nulas. Lo único era resistir. Respirar a ver qué trae la marea.
Nada. Cada día era igual al anterior, en algún que otro momento parecía abrirse el camino, pero al cabo de dos o tres pasos se encontraba nuevamente en el calabozo inicial, y con esa sensación de pesadumbre que la hacía dormir. Y soñar.
Ni en los sueños podía escapar. Eran más de esa puta realidad o de la anterior que dolía tanto.
Y así durmió nuevamente, y pasaron cinco días.
Otro despertar, y ojear el entorno. Un cambio en la luz, no entendía.
Miró al rededor hasta encontrarse con un pato amarillo, sentado en el sillón, con una pipa en la boca, zapatos negros charolados, que con esa forma rara de pata de pato que tenían, le daban un aspecto de espejos. Anteojos redondos, de montura negra. Un libro en las manos que leía atentamente. Todo su cuerpo, desnudo, tenía, gracias a las plumas, una consistencia suave, como plush. De no ser por su expresión hubiera parecido un patito bebe, pero no, era un pato adulto.
Cuando ella se movió para verlo mejor, el pato clavo sus ojos en los de ella, agrandados en forma alarmante por los anteojos, y la miró con atención.
No parecía peligroso, la estudiaba con curiosidad, de la misma manera que ella lo estudiaba a él.
Cuando habló, su voz era clara, grave, y tenía una forma de hablar de alguien educado. Vocalizaba cada palabra perfectamente.
Esa vos le recordaba a alguien, pero no terminaba de identificarla.
-Te quedaste dormida en el medio de la sesión. ¿Un recuerdo muy doloroso que no quiere salir?
Se miró las manos, por las dudas de que ella fuera también un pato, la mente a veces le jugaba malas pasadas. No, sus manos eran las de siempre, identificó algunas pequeñas cicatrices que la acompañaron por años. El resto de sí misma que alcanzaba a ver, seguía siendo humano, y al tocarse la cabeza y la cara no encontró ni plumas ni un pico. Después de comprobar todo esto lentamente, volvió a mirar al pato, y le hablo.
-Cuac cuac cuac. -De su boca salían graznidos.
Lo intento de nuevo, primero se concentró, dándole la forma a las palabras, antes de pronunciarlas.
-Cuac...
No le podía estar pasando algo así. Se miro, su cuerpo era el de un ser humano, pero sus palabras...
El pato la miro, compasivo, cerró el libro y se acerco a ella. Con un ala le acaricio el hombro, tratando de tranquilizarla.
-No te preocupes, todo va a estar bien.
Antes de cerrar los ojos, pudo ver al pato, salir por la puerta, que le abría un cisne con gorra de guardia de seguridad.