Tengo un juego de sábanas que tiene un
estampado de animalitos de la selva. Como todavía no tengo cortinas,
y por la ventana entra mucha luz, lo estoy usando de cortina, y los
bichitos están supercontentos.
Se la pasan mirando para adentro,
viendo las cosas que yo hago, y si se aburren miran para afuera, por
la ventana, las cosas que pasan en la calle.
Los escucho matarse de la risa cuando
algún acontecimiento lo merece, o sobresaltarse con el tráfico tan
descontrolado...
Son las tardes, cuando los veo a todos
en babia, suspirando, mirando la puesta de sol con ojos melancólicos
como recordando momentos en los que eran libres, en la verdadera
selva, pisando la tierra y el pasto, oliendo la naturaleza y
sintiendo el sol y el sudor del día en su piel.
Y me da una pena por ellos... porque
ahora están atrapados en una tela, de dónde ya no van a poder
salir, y de la selva les queda apenas uno que otro dibujo que quiere
representar algo que... es imposible.
Cuando les comento lo que siento, que
me gustaría poder, de alguna manera volverlos a la selva me miran
como extrañados, como que no entienden bien mi razonamiento, intento
explicarles mejor, y cuando me entienden, sueltan la carcajada
aliviados, y entre risas, como pueden, me explican que la que esta
atrapada soy yo, que ellos están ahí para recordarme que hay un
afuera, al que yo puedo volver, y que nadie entiende muy bien por qué
me quedo siempre encerrada.