Definición:

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El cuento fantástico es aquel que,
por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables,
hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural

y deja al lector sumido en la incertidumbre.

16 de enero de 2013

La gata negra

de Esteban Armando Porros

Nunca vi tanto odio en un solo ojo.
Me estaba mirando a mi. Pero le pedí perdón, no quise pegarle, calculé mal.
Tampoco fue tan grave, un repasadorazo en el hocico, nada más.
Para darle una carga extra al asunto, es negra. Si, una gata negra y tuerta que me mira con odio porque le pegué con un repasador.
Cuando pensé en el cuento de Póe, me cague de risa, y ella se creyó que me burlaba de ella. Y lo que parecía imposible, aumentó la intensidad del odio que salía por su único ojo.
Confieso que me dio un escalofrío, y sentí miedo.
Sacudí la cabeza como para recomponerme de tanta estupidez. ¿Cómo me voy a asustar así de una mísera gatita? ¿solamente porque es negra y tuerta? No importa, ya solo era cuestión de tiempo para que se duerma.
Hacía rato que quería deshacerme de ella, era una gata jodida. Lo pensé mucho porque me da cosa matarla, pero no me la banco más. Apareció por la terraza y se instaló, yo no la elegí.
Tiene su personalidad, eso me gusta, es independiente, un poco altanera, pero está bien.
Me jode que, por ejemplo, si dejo un par de zapatos a su alcance, cuando los vuelvo a ver tienen adentro un charquito de orín. La muy guacha lo hace siempre, y cuando me encuentro con la zapatilla o el zapato meado, me mira como diciéndome:
-¿Y? ¿Qué me vas a hacer? -Toda desafiante.
Su otra forma de entretenimiento: La cocina, cualquier taza, plato, sarten, olla, boul o dispositivo contenedor que quede a su alcance, meado.
Tengo que tomar todas las precauciones para evitar sus orines provocadores.
Papeles. Cualquier papel que quede a su alcance, termina en tiras. Tiene una habilidad increíble para transformar una hoja de papel en tiritas. Otros gatos, ya he tenido tantos, desgarran, arrugan, agujerean el papel de forma despareja, ella no. Su habilidad era graciosa, hasta que...
Siempre hay un punto de inflexión, en cada historia. Una vez que se cruza, es imposible volver...
No soy dibujante, pero de vez en cuando, me gusta intentarlo, conozco las técnicas y los materiales. Bueno lo imaginable, hice un dibujo, salió buenísimo, lo iba a vender a un conocido que está en publicidad y la gata lo hizo tiras. Necesitaba el dinero. Intenté rehacerlo, pero hay cosas que no se pueden repetir.
Ese día cambió totalmente mi percepción de la gata. Sentía que lo hizo adrede. Sentía que sabía la importancia que tenía para mi. La empecé a observar, y a tenderle algunas trampas.
Un día agarre una hoja de diario y la traté como si fuera algo importante, como si mi vida dependiera de esa hoja. El resultado: tiritas.
Otro día dejé como al descuido otra hoja de papel. También tiritas. Eso me desconcertó.
Fue un reflejo, levanté los ojos y la vi como me estaba observando. Me di cuenta que ella estaba manipulándome, no era yo la dueña de la casa que estaba tratando de engañar a su mascota. Ella creía ser y actuaba como si fuera la dueña de casa. Y me trataba como si fuera, no la mascota sino la cucaracha de la casa. Eso me indignó. Fueron unos cuantos días de lucha egointelectoracional.
Y me cansé, en mi propia casa tenía al enemigo.
No tenía ninguna obligación de seguir soportando esto.
Me costó conseguir el veneno, tenía que ser sin gusto ni olor. Además lo que le pedí al veterinario fue que se duerma, no quería que esté vomitando y convulsionando horas hasta morir.
Ahora que ya se comió el veneno, voy a lavar el platito. Tal vez mi próximo gato sea el adecuado, sino...
Terminé de calentar el agua para el mate, y llevé todo al patio. Hacía lindo sol y quería disfrutar la tarde mientras leía un libro que me tenía casi atrapada en una trama casi intensa. De paso hacía tiempo para que la maldita gata se duerma.
Pasada media hora, entre el calorcito del sol y la lectura, me quedé dormida.
Un sopapo en la boca me despertó de golpe.
Tuve que mirar hacia arriba para poder enfocar con mi único ojo, a la mujer parada frente a mi que me pedía perdón por pegarme con el repasador.