de
Esteban Armando Porros
Nunca
vi tanto odio en un solo ojo.
Me
estaba mirando a mi. Pero le pedí perdón, no quise pegarle, calculé
mal.
Tampoco
fue tan grave, un repasadorazo en el hocico, nada más.
Para
darle una carga extra al asunto, es negra. Si, una gata negra y
tuerta que me mira con odio porque le pegué con un repasador.
Cuando
pensé en el cuento de Póe, me cague de risa, y ella se creyó que
me burlaba de ella. Y lo que parecía imposible, aumentó la
intensidad del odio que salía por su único ojo.
Confieso
que me dio un escalofrío, y sentí miedo.
Sacudí
la cabeza como para recomponerme de tanta estupidez. ¿Cómo me voy a
asustar así de una mísera gatita? ¿solamente porque es negra y
tuerta? No importa, ya solo era cuestión de tiempo para que se
duerma.
Hacía
rato que quería deshacerme de ella, era una gata jodida. Lo pensé
mucho porque me da cosa matarla, pero no me la banco más. Apareció
por la terraza y se instaló, yo no la elegí.
Tiene
su personalidad, eso me gusta, es independiente, un poco altanera,
pero está bien.
Me
jode que, por ejemplo, si dejo un par de zapatos a su alcance, cuando
los vuelvo a ver tienen adentro un charquito de orín. La muy guacha
lo hace siempre, y cuando me encuentro con la zapatilla o el zapato
meado, me mira como diciéndome:
-¿Y?
¿Qué me vas a hacer? -Toda desafiante.
Su
otra forma de entretenimiento: La cocina, cualquier taza, plato,
sarten, olla, boul o dispositivo contenedor que quede a su alcance,
meado.
Tengo
que tomar todas las precauciones para evitar sus orines provocadores.
Papeles.
Cualquier papel que quede a su alcance, termina en tiras. Tiene una
habilidad increíble para transformar una hoja de papel en tiritas.
Otros gatos, ya he tenido tantos, desgarran, arrugan, agujerean el
papel de forma despareja, ella no. Su habilidad era graciosa, hasta
que...
Siempre
hay un punto de inflexión, en cada historia. Una vez que se cruza,
es imposible volver...
No soy
dibujante, pero de vez en cuando, me gusta intentarlo, conozco las
técnicas y los materiales. Bueno lo imaginable, hice un dibujo,
salió buenísimo, lo iba a vender a un conocido que está en
publicidad y la gata lo hizo tiras. Necesitaba el dinero. Intenté
rehacerlo, pero hay cosas que no se pueden repetir.
Ese
día cambió totalmente mi percepción de la gata. Sentía que lo
hizo adrede. Sentía que sabía la importancia que tenía para mi. La
empecé a observar, y a tenderle algunas trampas.
Un día
agarre una hoja de diario y la traté como si fuera algo importante,
como si mi vida dependiera de esa hoja. El resultado: tiritas.
Otro
día dejé como al descuido otra hoja de papel. También tiritas. Eso
me desconcertó.
Fue un
reflejo, levanté los ojos y la vi como me estaba observando. Me di
cuenta que ella estaba manipulándome, no era yo la dueña de la casa
que estaba tratando de engañar a su mascota. Ella creía ser y
actuaba como si fuera la dueña de casa. Y me trataba como si fuera,
no la mascota sino la cucaracha de la casa. Eso me indignó. Fueron
unos cuantos días de lucha egointelectoracional.
Y me
cansé, en mi propia casa tenía al enemigo.
No
tenía ninguna obligación de seguir soportando esto.
Me
costó conseguir el veneno, tenía que ser sin gusto ni olor. Además
lo que le pedí al veterinario fue que se duerma, no quería que esté
vomitando y convulsionando horas hasta morir.
Ahora
que ya se comió el veneno, voy a lavar el platito. Tal vez mi
próximo gato sea el adecuado, sino...
Terminé
de calentar el agua para el mate, y llevé todo al patio. Hacía
lindo sol y quería disfrutar la tarde mientras leía un libro que me
tenía casi atrapada en una trama casi intensa. De paso hacía tiempo
para que la maldita gata se duerma.
Pasada
media hora, entre el calorcito del sol y la lectura, me quedé
dormida.
Un
sopapo en la boca me despertó de golpe.
Tuve
que mirar hacia arriba para poder enfocar con mi único ojo, a la
mujer parada frente a mi que me pedía perdón por pegarme con el
repasador.