La
primera vez, estaba muy conmocionada.
Por
fin iba a poner un huevo.
La
decepción de que se lo quitaran, hizo que por varios días no
pusiera más.
Las
demás gallinas le explicaron que el mundo era así; y que si quería
seguir viva, tenía que ser útil… de otra manera, sería pollo al
horno.
Trató
de convencerse, de hacerse a la idea; pero era como un fuego en su
interior que no le permitía aceptar esa vida.
No
podía dejar sus huevos para que otro se los llevara…
no
era justo.
Cuando
vinieron a buscarla, casi tenía un plan.
No
estaba segura de nada, por momentos sentía que estaba totalmente
equivocada; que su mente le jugaba malas pasadas.
Pero
no podia ir en contra de lo que sentía…
Si
estaba equivocada; moriría en su ley.
La
sacaron del ponedero. La llevaron y la metieron en una jaula con
otras gallinas viejas.
Por
suerte los barrotes dejaban salir el humo, porque la mayoría estaba
fumando.
Veinte
pares de ojos muertos la miraron, entre el humo que bamboleaba.
-¿Y
a vos qué te pasó?
-No
puedo poner huevos. No tolero que otros se los lleven.
Los
ojos muertos casi expresaron algo… asombro, pero estaban muy
gastados y apenas reflejaron burla.
Una
de ellas largó una risa quebrada y se le acercó.
-¿Sabés
que para eso vivimos?. -Y le tiró el humo en la cara. -¿No te lo
explicaron?
-Sí.
Pero no puedo. -Una lágrima se asomó, pero la enjugó. Como si el
propio ojo la absorbiera. -No puedo. -Dijo con más firmeza. Y se
plantó.
Murmullo
general.
La
gallina vieja que se le acercó, sintió un poco de nostalgia,
contagiada por la firmeza, de algo que creía que hubiera querido
sentir alguna vez.
-Pero
ahora, vas a ser pollo al horno. Nosotras ya estamos viejas y vamos a
ser puchero de gallina.
-No.
Yo no soy pollo al horno. Yo soy Gayina Batman, y me voy a escapar. Y
todas ustedes pueden escapar conmigo.
De
nuevo el murmullo, pero con algo de vida. Había asombro genuino,
esta vez.
Otra
se adelantó.
-Nosotras
no podemos escaparnos. ¿A dónde iríamos?
-A
cualquier parte. No sé. Pero seguro que no, a una olla de puchero.
Se
miraron entre ellas.
Ya
no tenían nada que perder, salvo la vida, que de cualquier manera
las estaba abandonando.
Discutieron
un poco, pero en ese discutir descubrieron que les quedaba algo
adentro.
Algo
que se parecía al deseo de vivir. Eso animó el gallinero.
Pronto
empezaron a discutir posibilidades.
Gayina
Batman les explicó el plan, y les advirtió que algunas seguramente
no sobrevivirían, pero que otras sí, y que honrarían la vida en
nombre de todas.
Cuando
volvió el hombre trayendo otra gallina, estaban preparadas.
Abierta
la puerta, Gayina Batman salió y voló hasta la cara del hombre, lo
picoteó y arañó con las patas, que se asustó tanto que salió
corriendo dejando caer la gallina que traía y la puerta abierta.
Todas
las gayinas se abalanzaron para salir.
Una
vez libres corrieron, volaron, y como pudieron se escaparon. Incluida
la última gallina que no entendía nada, pero siguió a las demás.
Para
cuando el hombre volvió armado, no quedaba ninguna.
Con
el tiempo un rumor se fue esparciendo. Primero entre los hombres,
pero después, y eso fue lo mejor, entre las gallinas.
Una
manada de gayinas que asaltaban gallineros y ponederos y liberaban a
las gallinas.
El
rumor fue creciendo hasta transformarse en leyenda.
Nunca
se supo bien cuántos gallineros fueron liberados por Gayina Batman y
su banda; y cuántos iniciaron la revolución por su cuenta, una vez
que se enteraron de que escapar, era posible.