Definición:

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El cuento fantástico es aquel que,
por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables,
hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural

y deja al lector sumido en la incertidumbre.

1 de mayo de 2013

Miedo al amor

Con mucho cuidado le dio la última puntada. No tenía que notarse nada.
Era en el cuello de la camisa, en la parte de atrás. Para colocarlo, descosió un poco el borde, y luego de insertarlo, volvió a coser las dos partes. Se cuidó de hacer coincidir cada puntada con el agujerito que tenía la tela, de la costura original. No tenía que darse cuenta de que llevaba un rastreador, porque sino, el experimento fracasaría.
Abrió su laptop, entró a la página correspondiente. Un mapa del mundo se desplegó y replegó, mostrando solamente ese sector de la ciudad.
Y si, estaba ahí. La luz intermitente que mostraba la ubicación del rastreador. Hizo un acercamiento. La potencia del satélite, era tal, que podía ver el techo de la casa, y cómo se movía el rastreador dentro de ella.
Dejó la camisa en el lugar de costumbre y se sentó a esperar a que saliera del baño.
Cuando escuchó que salía, cerró la pantalla de la computadora para que no viera nada.
Mientras se vestía charlaron de cosas intrascendentes.
Que ya es la tercera vez que salimos, que qué lindo sería pasar un fin de semana en la costa, que si tenés alguna obligación para el fin de semana que viene; y la conversación fue entrando en terrenos más pantanosos. A propósito, todo era parte del experimento.
La pregunta sutil pero clara de “¿Vos me querés aunque sea un poquito?” seguida por la confesión:
- No puedo más, tenes que saberlo, te amo.
- Eh... yo también te quiero mucho. Pero... Mirá mejor lo hablamos mañana porque voy a llegar tarde. Chuic. Yo te llamo.
En cuanto escuchó que el ascensor bajaba, abrió la laptop y comenzó a grabar el registro de los movimientos del rastreador.
Después de unos instantes tuvo que alejarse un poco más, para abarcar más superficie.
Ya estaba saliendo del límite del barrio. Se veía la luz intermitente en el mapa que se iba alejando cada vez más del punto de partida, calculó la velocidad, y no había duda de que iba corriendo. Corría y corría, ya salía de los limites de la ciudad y seguía corriendo, nada podía detener la huida.
Después de un rato se aburrió de mirar como corría, dejó todo en automático para que siga grabando, y se fue a preparar algo de comer.
Cuando volvió a mirar, tuvo que agrandar mucho más el mapa, pensó que no encontraría más la señal del rastreador, pero ahí estaba, ya salía de los límites de la provincia, y seguía corriendo.
En síntesis, el experimento fue un éxito. Lo único desagradable fue que, después de un mes, cuando vieron que el rastreador dejó de moverse, y fueron a buscarle, se encontraron con el cadáver, que no había parado de correr, hasta que murió.
Y todo por escuchar un simple te amo.