A dónde vayan,
los iremos a buscar...
Los gritos me hicieron dar vuelta, iba caminando hacia... ya no me acuerdo,
era una calle paralela a la avenida, más tranquila, por eso el alboroto que se armó se escuchaba tan bien.
Me pasó corriendo por el costado un pibe... gorrita, de esos pibes carne de horca.
Tres grandotes atrás, que lo perseguían y un viejito que apenas podía con su cuerpo gritando y llorando que le robó el celular.
Todos alterados por la indignación gritaban que lo pararan que le robó el celular al viejito,
ese malnacido, pobre anciano;
por allá cerca de la esquina un pie puesto a tiempo hace caer al pibe y se le fueron todos al humo.
El viejito se acercó al tumulto, porque quería recuperar su celular,
el pibe gritaba que él no hizo nada, que no le robó nada.
La gente en modo horda, empezó a patearlo, sin escuchar lo que el pibe decía.
Alguien, por suerte todavía tenía puesta la cabeza de pensar y empezó a frenarlos.
Bajaron de volúmen los gritos y se volvía a escuchar las palabras del pibe.
Tardaron como dos minutos en entender lo que el pibe decía,
y creo que a algunos no les iba a alcanzar la vida para comprender lo que el pibe decía.
-¡Yo no le robé nada! ¡Ese hijo de puta es uno de los genocidas que salió en libertad gracias al dos por uno! ¡Yo no le robé nada, yo lo reconocí!