Tengo alrededor de trescientas semillas de ceibo. Todas juntas, adentro de una caja de madera, del mismo color marrón oscuro, que las semillas.
A la noche las escucho hablar del futuro. Tienen una voz que las hace simpáticas, porque es un poco ronca, aunque su tono es bastante agudo.
Parecen gorjeos, será porque las visitaban mucho los pájaros, además de las personas que pasaban, entonces aprendieron a hablar escuchando ambas voces.
Hay una en particular que quiere ser, cuando brote, una planta de trigo.
No sé de dónde sacó la idea, porque acá no hay ninguna planta de trigo, pero ella siempre está diciéndole a las otras que las plantas de trigo son las mejores, que el ceibo solamente adorna pero el trigo alimenta.
Las demás se ríen, tienen una risa tan particular que hasta me hacen reír a mí, de solo escucharlas. No me río de la esperanza de la semilla, sino de la risa de las otras.
Porque los pensamientos de esa semilla no me causan gracias, sino admiración.
¿Cómo puede ser que una semilla de ceibo quiera ser trigo? Y lo más importante ¿es posible que se convierta en trigo?
Ella dice que todo es posible, que al ser semilla es solamente una idea de futuro y que puede ser lo que quiera.
Yo no sé si las semillas pueden entender lo que yo digo, pero aunque puedan, no tendría el corazón para decirle a esta semilla, que toda la ciencia tiene sobradas razones para negarle la posibilidad de ser trigo, siendo que salió de una vaina de ceibo.
Mientras sea una semilla, puede soñar con lo que quiera. Será por eso que no las planto, porque no quiero romperle la ilusión.
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