Definición:

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El cuento fantástico es aquel que,
por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables,
hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural

y deja al lector sumido en la incertidumbre.

19 de mayo de 2012

Vivir

Corría entre pasillos de estanterías llenas de cajas, buscando su vida, y no la encontraba.


Tenía la imagen de la caja que quería en la mente, pero no podía determinar su ubicación.

¿Cómo podía ser si hace solo unos instantes, la vió? Pero no era... no sabía cuándo fue que se le grabó la imagen, y ahora no podía encontrarla.

Y el tiempo se le terminaba, tenía que encontrarla para poder ser.

Tenía que ejercer su vida, pero si no encontraba la caja, no podría.

Se empezaba a desesperar.

Iba de un pasillo a otro, lo recorría, se fijaba en este lugar, y después en el otro, pero no aparecía. Tenía la ubicación en su mente, pero cada vez que miraba, no estaba allí.

Alguien la cambió. Pero nadie debía tocar su caja.

Manos anónimas agarraron la caja con su vida, y sin importarles lo que generaban la llevaron a otro lado.

Seguía corriendo cada vez más desesperada. Tenía que encontrarla y mirar adentro para poder reconectarse con ella misma y su ser, para no perderse en el tiempo y desintegrarse en el aire.

Corría y sentía como de a poco sus pies empezaban a desaparecer.

No había forma. No sabía dónde estaba. Se perdió en el laberinto de pasillos, la caja con su vida no aparecía por ningún lado, y empezó a llorar.

Lloraba de angustia, de tristeza, de rabia por haber perdido su vida en ese lugar. Lloraba porque no quería estar allí pero el destino o su propia estupidez, o quién sabe qué o quién la había arrojado a ese lugar. Lloraba sin poder contenerse más.

Tanto tiempo se pasó cuidando su caja, y ahora la había perdido.

El llanto le impidió seguir caminando, todo su cuerpo se desplomó, cayó de rodillas y se sentó en el suelo a llorar, con ese llanto desconsolado y profundo que derrama el alma.

Lloró a lagrima viva, por un rato, hasta que logró calmarse.

Se secó la cara. Respiró hondo. Y buscó la salida.



Su vida, la que estaba en esa caja, no existía más, y lo único que le quedaba era construirse una nueva.

No sabía cómo, porque ni siquiera tenía una caja dónde acomodarla.

Al abrir la puerta de salida, vio la luz de la luna que plateaba todo lo que tocaba. Una luna llena redonda y blanca. El cielo estrellado como nunca.

Agarró un pedazo del cielo negro como la inmensidad, y agarró la luna, una a una se guardó mil estrellas, y las pegó en el pedazo de cielo como si fuera una cartulina, lo dobló, y lo plegó y se armó una hermosa caja, con una luna llena y estrellas como decoración,  esa caja la iba a utilizar para ir acomodando de a poco su nueva vida.

Se quedó un rato parada. Pensando. La caja nueva era liviana y fácil de llevar, claro, estaba vacía.

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