Uno se acostumbra a estar con hambre como se acostumbra a tantas cosas. Caminas, sin sentir que el peso de tu cuerpo, te hunde a cada paso y la energía que necesitas para dar el proximo paso, esta ausente.
De la cabeza te queda una tira de imagenes que no tienen ningun sentido, pero vos seguis, seguís porque no podes hacer otra cosa. Pasa a ser también una costumbre resistir. Porque no queda otra, o vos no encontras otra.
Ya ni siquiera es sentir que queres resistir, porque llegaste al punto que no sentis nada, solo hambre, que no podes saciar.
Es un acto de cobardía porque esa resistencia es inconciente; es lo mismo que durar, es lo mismo que resignarse, es estar atado ahí sin cambiar nada y bancándosela. Tu humanidad fue desterrada a inhospitos lugares donde no puede existir, pero vos seguis, resistis, en un acto de absoluta inmoralidad resitis y te crees muy valiente.
Despues, cuando todo pase, van a decir qué bien, cómo se la bancó, sin darse cuenta de que no te tendrías que haber bancado nada y tendrías que haber gritado y exigido para que eso cambie.
Pero vos no tenes el espiritu para eso.
Y los que están a tu alrededor, peor todavía, porque ni siquiera se dan cuenta de que tienen hambre, se creen que están a dieta.
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